Por: Lic. Raúl Villavicencio Finalé
Apenas una docena de años después de la fundación, por necesidad del cruel modo de producción esclavista imperante entonces en Cuba, se incorpora al componente social español ya existente en la región, el componente africano, para darle un nuevo colorido a la naciente sociedad. La abolición de la esclavitud en 1886 hizo posible un cierto acercamiento de la población negra a la actividad social de la ciudad aunque aun las posiciones de corte racista de la época los obligaron a concentrase en los barrios que antiguamente se consideraron marginales. Mientras unos iban vestidos a la usanza de sus costumbres y acudían a los actos sociales y religiosos en las edificaciones que se construían para ello, los otros, con menos recursos pero aferrados a sus influencias ancestrales, encontrarían similar mística en los toques de tambor, en las prácticas de ritos ancestrales y construyeron también sus locales para ello y fue inevitable que se fundieran las creencias, como fue inevitable también que la atracción carnal provocara el intercambio de genes y con ello la aparición de nuevos coloridos en la piel de las personas que nacían en las nuevas condiciones sociales. De cualquier forma y en cualquiera de sus complejas variantes, lo negro quedaría para siempre en estas tierras.
Nuestro poeta nacional, Nicolás Guillen, supo vestir de poesía este desgarrador proceso: "Sombras que solo yo veo, me escoltan mis dos abuelos" "Lanza con punta de hueso, tambor de cuero y madera, mi abuelo negro" "Gorguera en el cuello ancho, gris armadura guerrera, mi abuelo blanco" "¡Federico!, ¡Facundo!, Los dos se abrazan, los dos suspiran, los dos las fuertes cabezas alzan, los dos del mismo tamaño, gritan, sueñan, lloran, cantan".
Lo chino vendría un poco después, a partir de mediados del siglo XIX cuando los colonos procedentes de ese inmenso país se importaron en grandes cantidades hacia esta región, ante el peligro que significaba para la economía azucarera las amenazas de supresión de la esclavitud Después seguirían llegando paulatinamente por su propia voluntad durante la primera mitad del siglo XX, siguiendo el rastro de los primeros. Aquí fundarían sus colonias en las cuales mantenían vivas sus costumbres y tradiciones. A pesar de esa diferencias socioculturales, la guerra por la independencia de Cuba contribuyó aun más en ese lento proceso de búsqueda de una única identidad. Españoles, negros y chinos combatieron juntos en esa contienda militar. Con el aporte étnico-cultural chino se haría mucho más complejo aun lo que el sabio cubano Don Fernando Ortiz denominó con mucho acierto el "ajiaco cubano" haciendo referencia al típico plato, en el cual por diferentes que sean la viandas que se le echen, una vez cocido, sabemos que cada vianda está incorporada al mismo pero no sabrá a ninguna en específico. La mezcla de temperamentos, de diferentes modos de ser, de genes, de costumbres y expresiones culturales tan diversas, iría conformando lenta pero inexorablemente, un nuevo y único colorido muy especial en todas las esferas de la vida social que va a estar marcado por la unidad de lo diverso. A partir de entonces durante ese complejo proceso de desarrollo ascendente, lo que conocemos hoy como sagüero en general, se iría haciendo paulatinamente menos español, menos negro, menos chino, para pasar a ser una masa peculiar con un nuevo sabor, una nueva forma de ser, diferente a todas los anteriores, ¿Cuál ? Nunca se podrá definir con exactitud, Pero el asunto es mucho más complejo de lo expuesto hasta aquí porque a 196 años de la fundación de la ciudad ese proceso jamás se ha detenido, más bien se ha complicado aun más con la llegada de portadores genéticos de otras latitudes diferentes, incorporando con ello al viejo "ajiaco" otros componentes para hacer de este fenómeno sociocultural algo peculiar con mas sabor aun. Así, durante todo el siglo XX y lo que va de este, se han aplatanado en nuestra querida ciudad, genes sirios, libaneses, mexicanos, filipinos, franceses, búlgaros, japoneses, rusos, ucranianos, laosianos, haciendo posible que hoy podamos decir, llenándonos de orgullo, que somos el producto de tanta complejidad y que ni tan siquiera nos hemos dado cuenta de cómo ha ocurrido todo eso.
A 196 años de existencia ¿qué es hoy la población sagüera?, pues una enmarañada madeja de tradiciones diferentes que perdieron, en un complicado proceso de transculturación, sus originarios modos de ser para alcanzar una nueva categoría existencial que expresa con vehemencia la unidad de lo diverso con características especiales que exhiben un aspecto muy singular de lo cubano.
Respetemos lo aborigen, lo español, lo negro, lo chino y lo de no sabemos cuantas naciones más, pero interioricemos que somos ahora una sola colectividad enfrascada con el resto del país en construir una nueva sociedad, diferente a todas las anteriores, sociedad en la que la unidad de lo diverso planteada por Carlos Marx adquiere su dimensión más universal haciendo de Sagua un pequeño planeta tierra. Eso nos hace más humanos. ¡Este es el ajiaco sagüero!
Apenas una docena de años después de la fundación, por necesidad del cruel modo de producción esclavista imperante entonces en Cuba, se incorpora al componente social español ya existente en la región, el componente africano, para darle un nuevo colorido a la naciente sociedad. La abolición de la esclavitud en 1886 hizo posible un cierto acercamiento de la población negra a la actividad social de la ciudad aunque aun las posiciones de corte racista de la época los obligaron a concentrase en los barrios que antiguamente se consideraron marginales. Mientras unos iban vestidos a la usanza de sus costumbres y acudían a los actos sociales y religiosos en las edificaciones que se construían para ello, los otros, con menos recursos pero aferrados a sus influencias ancestrales, encontrarían similar mística en los toques de tambor, en las prácticas de ritos ancestrales y construyeron también sus locales para ello y fue inevitable que se fundieran las creencias, como fue inevitable también que la atracción carnal provocara el intercambio de genes y con ello la aparición de nuevos coloridos en la piel de las personas que nacían en las nuevas condiciones sociales. De cualquier forma y en cualquiera de sus complejas variantes, lo negro quedaría para siempre en estas tierras.
Nuestro poeta nacional, Nicolás Guillen, supo vestir de poesía este desgarrador proceso: "Sombras que solo yo veo, me escoltan mis dos abuelos" "Lanza con punta de hueso, tambor de cuero y madera, mi abuelo negro" "Gorguera en el cuello ancho, gris armadura guerrera, mi abuelo blanco" "¡Federico!, ¡Facundo!, Los dos se abrazan, los dos suspiran, los dos las fuertes cabezas alzan, los dos del mismo tamaño, gritan, sueñan, lloran, cantan".
Lo chino vendría un poco después, a partir de mediados del siglo XIX cuando los colonos procedentes de ese inmenso país se importaron en grandes cantidades hacia esta región, ante el peligro que significaba para la economía azucarera las amenazas de supresión de la esclavitud Después seguirían llegando paulatinamente por su propia voluntad durante la primera mitad del siglo XX, siguiendo el rastro de los primeros. Aquí fundarían sus colonias en las cuales mantenían vivas sus costumbres y tradiciones. A pesar de esa diferencias socioculturales, la guerra por la independencia de Cuba contribuyó aun más en ese lento proceso de búsqueda de una única identidad. Españoles, negros y chinos combatieron juntos en esa contienda militar. Con el aporte étnico-cultural chino se haría mucho más complejo aun lo que el sabio cubano Don Fernando Ortiz denominó con mucho acierto el "ajiaco cubano" haciendo referencia al típico plato, en el cual por diferentes que sean la viandas que se le echen, una vez cocido, sabemos que cada vianda está incorporada al mismo pero no sabrá a ninguna en específico. La mezcla de temperamentos, de diferentes modos de ser, de genes, de costumbres y expresiones culturales tan diversas, iría conformando lenta pero inexorablemente, un nuevo y único colorido muy especial en todas las esferas de la vida social que va a estar marcado por la unidad de lo diverso. A partir de entonces durante ese complejo proceso de desarrollo ascendente, lo que conocemos hoy como sagüero en general, se iría haciendo paulatinamente menos español, menos negro, menos chino, para pasar a ser una masa peculiar con un nuevo sabor, una nueva forma de ser, diferente a todas los anteriores, ¿Cuál ? Nunca se podrá definir con exactitud, Pero el asunto es mucho más complejo de lo expuesto hasta aquí porque a 196 años de la fundación de la ciudad ese proceso jamás se ha detenido, más bien se ha complicado aun más con la llegada de portadores genéticos de otras latitudes diferentes, incorporando con ello al viejo "ajiaco" otros componentes para hacer de este fenómeno sociocultural algo peculiar con mas sabor aun. Así, durante todo el siglo XX y lo que va de este, se han aplatanado en nuestra querida ciudad, genes sirios, libaneses, mexicanos, filipinos, franceses, búlgaros, japoneses, rusos, ucranianos, laosianos, haciendo posible que hoy podamos decir, llenándonos de orgullo, que somos el producto de tanta complejidad y que ni tan siquiera nos hemos dado cuenta de cómo ha ocurrido todo eso.
A 196 años de existencia ¿qué es hoy la población sagüera?, pues una enmarañada madeja de tradiciones diferentes que perdieron, en un complicado proceso de transculturación, sus originarios modos de ser para alcanzar una nueva categoría existencial que expresa con vehemencia la unidad de lo diverso con características especiales que exhiben un aspecto muy singular de lo cubano.
Respetemos lo aborigen, lo español, lo negro, lo chino y lo de no sabemos cuantas naciones más, pero interioricemos que somos ahora una sola colectividad enfrascada con el resto del país en construir una nueva sociedad, diferente a todas las anteriores, sociedad en la que la unidad de lo diverso planteada por Carlos Marx adquiere su dimensión más universal haciendo de Sagua un pequeño planeta tierra. Eso nos hace más humanos. ¡Este es el ajiaco sagüero!
Lo universal de la cultura comienza en cada teruño. Los valores más autóctonos hacen únicos e irrepetibles a los pobladores de cada lugar, como Sagua. Nunca sabremos hacia dónde vamos si no miramos hacia la historia y los valores pasados. ¡Qué otros espacios como este sigan de cerca a la tradición paraque no muera en el olvido!
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