El 8 de junio de 1906 en horas de la noche comenzó a llover copiosamente sobre la región central de la Isla. En la villa de Sagua la Grande desde ese día a las 11 de la noche comenzó la tormenta y no fue hasta el 10 de junio a las 10 de la noche que dejó de llover y se despejó un poco el cielo. La población sagüera se alarmó ante la posibilidad de repetirse el evento del 24 de septiembre de 1894 debido a la forma acelerada conque crecía el río. Por otra parte, de persistir la lluvia se verían obligados a dar por terminada la zafra azucarera, principal renglón económico de la región.
Los habitantes de la calle Rivera y el barrio de Sitiecito tenían sus hogares inundados ya desde el mismo día 10. Aunque el tiempo había mejorado para ese momento el río continuaba creciendo, por lo que las autoridades alarmadas pasaron la noche evacuando a los afectados junto al cuerpo de bomberos, evitando así las posibles pérdidas de vidas humanas.
La noche del día 11 el río comenzó a descender y durante los días 12, 13 y 14, el tiempo pareció normalizarse. Las aguas regresaron a su cauce normal dejando tras de sí las huellas de su paso por las calles llenas de sedimentos y los restos de sus estragos, además del muelle semidestruido.
La noche de 15 el río crece con rapidez nuevamente. No llueve en Sagua pero si en otras zonas de la cuenca fluvial del Undoso. Estado de alarma otra vez en la población, el barrio de Sitiecito solicita socorro y las autoridades comienzan a tomar medidas.
No fue hasta el 16 de junio que se conoció sobre una perturbación ciclónica que se encontraba próxima a la costa central de la isla afectando a la región con intensas lluvias. La noticia aceleró las acciones de respuesta: Se decide enviar un tren de auxilio al barrio de Sitiecito, se ordena que el alumbrado público funcione toda la noche y se medita sobre cómo editar una serie de instrucciones a la población.
Hay mucha incertidumbre y preocupación por la situación. El acueducto no pudo escoger “mejor momento” para tener una interrupción, dificultando así el abasto de agua potable; además el gobierno de la provincia no demuestra el apoyo necesario a la Villa por lo que los ciudadanos están molestos con él.
El alcalde de la villa de Sagua la Grande, Sr. Carlos Alfert, ordenó dar la alarma general utilizando la banda del cuerpo de bomberos a las 12 meridiano del día 16, cuando sólo faltaban 6 pies para que el agua llegara al borde del puente y era inminente que alcanzaría toda la ciudad.
La población de los lugares bajos se refugiaba en las zonas más altas de la ciudad. En el resto de la Villa las personas se ponen a resguardo en las plantas altas y azoteas de las edificaciones. Los presos del ayuntamiento y los enfermos del hospital son puestos a salvo. Un tren de la Isabela ha traído pequeñas embarcaciones para ser utilizadas como transporte de salvamento de ser necesario. Desde la noche del día 16 se ha perdido la comunicación con el resto de la isla y no será hasta el 18 que se recupere.
El día 17 a las tres de la madrugada cuando el agua inundaba todo el pueblo se comenzaron a observar llamas que se elevaban sobre la ferretería “La llave”, situada en el No. 11 de la calle Martí, donde se había inflamado un depósito de carburo de calcio reduciéndola totalmente a cenizas junto con la barbería y la fotografía aledañas. Los bomberos no podían llegar al lugar con sus equipos de extinción pues el agua casi alcanzaba metro y medio de profundidad en esa zona, así que de no ser por los vecinos y los ciudadanos que se refugiaban en el hotel “Telégrafo”, que corrieron en auxilio de los afectados ayudados por la circunstancial bendición de las fuertes lluvias, no se habría logrado extinguir el siniestro y sabe Dios cuáles hubieran sido las consecuencias.
Muy poco tiempo después que dejaron de observarse las llamas en la calle Martí, comenzó a arder un almacén de vías y obras, perteneciente a la compañía ferroviaria “The Cuban Central Railsways Ltd”, en el que se almacenaba dinamita, pero como aún los bomberos no podían actuar, ardió hasta sus cimientos, con tan buena suerte que no explotó, ni se expandió el fuego a otros locales.
La inundación no sólo fue tremendamente inmensa, también fue duradera. La de 1894 en sólo 12 horas bajaron las aguas, pero esta demoró el triple de ese tiempo, mas a diferencia de la anterior se anunció con suficiente tiempo para tomar las medidas pertinentes y evitar así la pérdida de vidas humanas y la disminución de los daños económicos. Aún así fue altamente costosa también en medios materiales con daños incalculables a las propiedades públicas y a las de los vecinos de la Villa.
Los mayores estragos estuvieron dados por los daños a la agricultura y a la zafra; la muerte de numerosos animales de cría, el derrumbe de varias viviendas, la destrucción de las barandas del recién inaugurado puente “El triunfo” y de las propiedades dentro y fuera de las casas que no hubo manera de poner a salvo de las corrientes. Los comercios e industrias quedaron seriamente dañados. Vale destacar que la fábrica de chocolates “La Flor Cubana” y la fundición “Sagua” perdieron totalmente sus maquinarias; La fábrica de hielo “La Tropical” y el alambique “El Infierno” quedaron sumamente afectados. El pavimento de las calles destruido en numerosos tramos y el “Casino Español” quedó en tal estado que fue preciso deshabilitarlo y mudar los medios, que se pudieron recuperar, para el solar contiguo al lugar donde se construiría el nuevo edificio para su sede.
Una vez que las aguas tomaron sus niveles normales y se pudo apreciar no sólo la magnitud de los daños, también el estado de insalubridad lamentable, debido a serios daños en la higiene de la Villa marcada por la acumulación de sedimentos, restos de arrastres en las calles, los cuerpos en descomposición de los animales ahogados y el desborde de las alcantarillas, se imponía tomar medidas urgentes al respecto antes que aparecieran las temidas enfermedades infecciosas, además de que el hedor era insoportable. La incomunicación de la Villa por el estado de las vías de comunicación retrasaron muchos de los trabajos importantes y urgentes, mas no pudieron impedir que con los recursos del ayuntamiento se lograran movilizar unas trescientas personas que organizadas en brigadas para realizar tareas de higienización y limpieza de las calles.
El 19 de junio a las 12 y media del día se decidió realizar una junta presidida por el Señor Alemán (Gobernador de la Provincia), Don Emilio Bacardí (Senador de la República) y el Señor Alfert (Alcalde Municipal). La reunión contó con la participación de alrededor de 90 personas entre empresarios, comerciantes, hacendados, propietarios de inmuebles, etc. Se tomó como acuerdo enviar una comisión a La Habana con el encargo de presentar ante el Senado una solicitud de fondos al Ministerio de Hacienda para paliar las consecuencias del desastre, pues pasaban los días y el Gobierno de la República no daba señales de vida.La Alcaldía tomó medidas con el objetivo de garantizar la alimentación en los días posteriores al desastre, pero sin la inmediata ayuda exterior el hambre hizo acto de presencia. Oportunidad aprovechada por elementos inescrupulosos que se aprovecharon de la desgracia ajena para hacer fortuna vendiendo productos vitales a precios exorbitantes. Las fuerzas del orden lograron garantizar la tranquilidad ciudadana producto de un esfuerzo y organización loable, por lo que no se reportaron actos criminales significativos aún cuando las condiciones de muchos comercios y viviendas propiciaban actos vandálicos y robos.
El suministro de agua potable constituyó un punto neurálgico para la condiciones de vida en la devastada ciudad a causa de la salida de servicio del acueducto. Urgentemente se dispuso preparar los vagones cisterna para traer agua de donde fuera más factible su carga, afortunadamente no fue necesario realizar tan engorrosa tarea, pocos días después de la inundación el acueducto volvió a funcionar luego de un esfuerzo de la administración de este, al solucionar el problema con los pocos recursos disponibles.
El señor Alfert, Alcalde de la Villa, emitió una serie de medidas con vista a preservar el estado de salud de la población, asesorado por el doctor Eduardo Rodríguez, jefe de sanidad de la jurisdicción, relacionadas a continuación:
1. Pasar un telegrama al Secretario de Sanidad de la República solicitando recursos de todo tipo al respecto.
2. Organizar un servicio de transporte, con carácter obligatorio, para sacar de la ciudad todos los despojos y desperdicios que serán previamente depositados en las calles por los vecinos ayudados por la brigada de saneamiento para su cremación.
3. Empezar la limpieza y desinfección de los lugares empleados como refugio, así como almacenes y bodegas, prohibiendo arrojar desperdicios al río.
4. Adquirir en la farmacia, previo recibo para su saldo ulterior, todo el material de desinfección que se distribuirá al vecindario.
5. Recomendar a los vecinos hervir el agua de beber, sobretodo si la necesidad obliga a utilizar la del río, se recomienda purificar el agua utilizando un cristal de alumbre y colarla seguidamente, todo esto mientras no se provea de agua potable a la Villa.
6. El material de desinfección será depositado en el ayuntamiento y de allí se distribuirá a la población.
7. También prestará servicio la brigada de saneamiento a las órdenes del Departamento de Sanidad.
Quiso la suerte que el Senador Don Emilio Bacardí se encontrara de paso por la ciudad durante los días de la tragedia y pudo observar con sus propios ojos la magnitud del evento y sus consecuencias. El Senador relató ante el Consejo de la República sus experiencias de esos momentos terribles dando fe de que lo aludido por los enviados de la Villa no eran exageraciones. La Cámara del Senado aprobó la suma de 100 000 pesos para Sagua la Grande, desglosados en 75 000 para la reparación de las calles y 25 000 para el estudio de formas de contención de las aguas.
Tomado de: "Sagua: Lugar de muchas aguas" de los ingenierosYosvany Roque y Ania López.
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