martes, 28 de febrero de 2012

MARIA, FASHION SHOW

Por: Alberto González Rivero
Dicen que en New York Victoria Secret es la Fashion Show, adicta a organizar pasarelas de ropa interior.
María Teresa Orozco, Teresita, se sentaba en los bancos de piedra del mausoleo para exhibir lo último de la moda en tono más recatado
El mausoleo está poblado de árboles, con su ermita en el mismo centro, en la cual los españoles encerraban a los prisioneros y durante algún tiempo la habitó un mono que era la atracción del lugar.
Sí, Victoria, nuestra Fashion Show se posaba en ese lugar que es como una sombrilla que nos cubre de los rayos del sol. Tal vez ella soñó que algún día tocaría el crepúsculo en el “Metropolitan ópera house”de esa urbe norteamericana.
Sabes, Alejo Carpentier no entendía mucho de las pirámides de ladrillos y concreto que se encontró en su crónica de viaje neoyorkina .Teresita se paseaba a través de la arquitectura ecléptica de Sagua, y si no fuera por el descosido de algunas edificaciones no se hubiera percatado de ese detalle.
Yo sí la veía, mirándose en los cristales de la tienda “La época”, retocándose la cabellera, sujetándose la florecita roja, mientras el círculo de cariacontecidos observaban a aquella señora, como traída de otro tiempo.
Victoria, usted vuelve un pavorreal la semana de la moda “Olimpos”, con ese ropaje que se derrite como mantequilla en los cuerpos. Parece como “El rapto de las sabinas”.
El surrealismo de tus modelos que baten alas de ángeles y mariposas se desvanece ante semejante pose.
Se imaginan el asombro tras el anuncio en la amplificación local “ella es Teresita que viste una blusa y una saya larga como una campesina eslava…
Al verla con sus labios tan embarrados, el jurado anotaba con creyón rojo púrpura el éxito de la modelo .Teresita movía sus pulsos con alegría.
Ella era pianista, Secret, una buena pianista.
Cuando sobrevolaba por el mausoleo, se le veía cantando y se apoyaba en su bastón de madera.
Se sentaba y sacaba un bulto amarrado con tiras. Lo zafaba y se le volvía como un carnaval de titiriteros, como palomas que se soltaban en su escenario interior.
Ya es muy raro que a alguien se le ocurra conservar harapos.
Victoria, para Teresita esa era su Semana de la moda Olimpus, aunque no la acariciaran los maquillistas ni los diseñadores le hicieran propuestas, ni los periodistas se arriesgaran a poner en primera plana sus ripios.
Ningún estilista, sin embargo, pudo descifrar la poética de aquel reguero, incluso los escasos críticos de arte se quedaban desmantelados de la emoción.
Quizás, como en la obra de Caravaggio, solo le importaba disfrazar frugalmente a sus personajes en las pasarelas del mausoleo.
Ella no había cerrado el concierto de piano, cuando le llegó la noticia de que su novio había decidido romper las relaciones. Se arrancó el corsé y se volvieron meros trapos sus ilusiones.
Nueva York tiene a su Victoria Secret, su Fashion Show.
La mariposita de los sagüeros todavía se pinta los labios, vuela con alas de ángeles y recibe el aplauso por su original vestimenta en la Semana de la moda Olimpus.

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