sábado, 16 de junio de 2012

“El aldeano y la choza”

                                                                                                                 Cuento dedicado a mi Padre.
Sentarme en el centro de mi choza, más que un privilegio, muchas veces resulta un reto. Ver a toda mi familia en su quehacer cotidiano provoca alucinaciones difíciles de evadir en esta vida y hasta en la próxima. Pasa a mi lado mi padre, cruza la matrona, desfila mi esposa y hasta mi agraciada hija  recordándome siempre el día en que nací.
-    ¡Ha nacido un aldeano! Un gran aldeano, un aldeano derecho, con gran futuro. Un aldeano sin miedos, de mirada fuerte, de pensar sereno, un aldeano que será capaz de encontrar el equilibrio, de dar forma a las palabras y conjugar respuestas.
Así lo sentenció el Chamán de la aldea hace treinta años y todavía estoy esperando sus vaticinios. Vivo en una choza con mi padre, la matrona, mi mujer e hija y con la desdichada de mi hermana, que resulta un punto aparte en toda  remembranza  que intente hacer de mi vida.

Mi padre siempre ha sido una persona transparente, libre y muy, muy comprometida. Ha defendido ciegamente a los ancianos porque creció y evolucionó con ellos, aquellos en sus palacios y él en esta choza que un día le caerá encima. Mi padre nunca intentó ayudarme a caminar, pero me enseñó eficazmente el camino. Desde su humilde posición de mecánico, permitió que yo aprendiera a realizar las más disímiles actividades, que me hiciera independiente. Cuando me fui de la aldea vecina, donde estudiaba para inquisidor, nunca me lo cuestionó. Cuando decidí ser poeta, no se le ocurrió emitir criterio alguno y el día que dije que también quería trabajar con los Recursos Humanos, sólo se sonrió. Creo que la rebeldía de mis palabras nació con su educación, porque él ha dado su vida por los ancianos, pero cuando tiene que decirle la verdad a uno de ellos lo hace de frente y sin pensarlo. A pesar de las interdicciones de estos últimos tiempos por  los cambios en el cielo de la aldea mi padre se amedrenta, sale sin el más mínimo pudor con canasta en mano a vender sus especias. Se sienta junto a los ancianos a conversar de los temas más escabrosos acompañado de su canasta sin que nadie lo pueda evaluar. Me sorprende hasta cómo es capaz en estos días de entablar las más amistosas relaciones con aquellos que un día crucificó porque pensaban diferente.
-    Papá, tú salud no te permite salir todos los días a caminar de esa forma.
-    ¿Quién me va a mantener, tú?
-    Mis poemas también valen.
-    Te has convertido en un digno aldeano, pero yo seguiré siendo independiente.
-    La independencia siempre ha sido una quimera que cuesta vidas.
-    Vidas que siempre fueron libres.
-    ¿Cuál es la diferencia?
-    ¿Entre esas vidas y la mía?
-    ¡No!, entre caminar en la aldea y sentarte en tu choza.
-    La libertad está en nuestra voluntad. ¿No te sientes libre?
-    La libertad termina en los límites. Tú eres una persona enferma, debes tener límites.
-    ¿Tienes acaso límites?
-    El límite aparece cuando extiendes tu visión, cuando el querer va más allá del poder, cuando tu luz es capaz de salir del camino.
-    Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea. Te convertiste en un aldeano ambicioso.
-    Me convertí en un aldeano con visión, con deseos y con luz.
-    No fui capaz de ver el cambio.
-    No cambié, evolucioné. Mi punto de partida fue tu visión, tus deseos y tu luz. Me pusiste en el camino correcto, solo comencé a caminar y rebasé tus límites. ¿Estás preparado para que vaya más allá de tus límites?
-    La pregunta correcta es: ¿Estás tú preparado para cruzar esos límites?
Mis motivos para caminar no son sus motivos. Él camina para sobrevivir, yo quiero caminar para vivir. Sus sueños fueron inmensos y se sacrificó por ellos. Él ya construyó la choza, ahora es mi turno de mantenerla habitable. ¡Habitable con seis personas dentro! Tengo una choza superpoblada en mis manos con una aldea más superpoblada aún. Una choza donde hace muchos años la voz que rige no es la suya. Él se ocupó de dar la cara a la aldea. Es el timbre de la Matrona el único modo de hacer y de vivir. A mi sacrificado padre lo ha dirigido la Matrona durante toda su existencia y mi generación no está preparada para que sea ella quien rija acciones y destinos. Mi padre asumió la realidad de su tiempo, yo respeto eso, pero no me resigno. La matrona tiene conceptos muy rígidos de la convivencia.
-    El tamaño que tienes es por mí, Aldeano.
-    No te imaginas cuando bendigo ese privilegio.
-    En los sacrificios me ha ido la vida.
-    Abrazo el abono, pero el riego en ocasiones tiene sus excesos.
-    Cada momento ha exigido acciones apresuradas, algunas desmedidas, pero te seguí dando cuerpo.
-    No hay reproches en eso, solo elogios, solo gratitud. Pero las nubes están cambiando y ya estoy preparado para mirar al cielo.
-    Han sido muchos años con esta choza a cuestas.
-    Descansa entonces, disfruta de lo sembrado. Tus frutos son los mejores y se encargarán ahora del campo.
-    Mientras aliento me quede, seré el alma y la razón de esta choza.
-    Nunca intentaré irrespetarte. Serás mi Matrona hoy y siempre, serás la Matrona de esta choza toda la vida, pero el momento de pararte en esa puerta y detener con tu cuerpo las embestidas de los vientos más fuertes que azotaron la aldea pasó. Tengo las fuerzas para enfrentar los nuevos cambios de tiempo.
-    Ya no te conozco, algo te cambió.
-    Cuando siembras, das la semilla, pones el abono y parte del agua; pero la planta recibe el sol que llega del horizonte, se nutre de la lluvia que nubes de todo tipo dejan caer sobre ella, al final, el resultados no es exactamente el que planificaste. Es tu semilla, con tu abono y con tu agua, pero también con todo lo demás.
-    Mi cielo siempre fue en blanco y negro.
-    Ahora el mío tiene colores, es más complejo, pero sé vivir con su cambio.
-    Los años pesan, son agresivos, pero aún existo.
-    ¿Llegaremos a entendernos?
-    Te corresponde entenderme, soy la Matrona de esta choza y seguiré siendo la ley que la rige.
Me preocupa mucho que la ley que me toca acatar, en lugar de espada tenga un bastón, por balanza una canasta y sus ojos, lamentablemente, perdieron la facultad de discernir.
Ella ya ha jugado su papel, duro papel que le tocó vivir. Ahora busca su momento mi esposa. Hasta me río sentado aquí de las contradicciones tan absurdas  que se generan a mi alrededor. Mi esposa tiene alma de Matrona, expresiones de Matrona, formación de Matrona y hasta un futuro de Matrona. Pero no puede serlo porque tenemos una sola choza y en ella no caben dos matronas. Tiene infinidad de sueños y anhela escribir sus propias tablas. ¿Serán diez o doce sus mandamientos? Lo complicado para mi existencia es que, en cada uno me corresponderán algunas palabras.
-    Primero: Buscarás una choza donde vivir, donde rijan mis designios.
-    Ya te dije que esta aldea está superpoblada y ya no quedan ni tierras ni árboles para hacer nuevas chozas.
-    Segundo: No permitirás que otra aldeana entre en mis dominios, eso será pecado capital.
-    Soy un poeta y solo tengo una musa.
-    Tercero: No vivirás solo de palabras, las palabras vuelan y las nubes las consumen. Tendrás otras fuentes para florecer.
-    Soy poeta, especulador y Especialista en Recursos Humanos.
-    Cuarto: No permitirás que pasemos hambre, frío o que nuestros privilegios sean menos que los de otros aldeanos.
-    Recuerda que vives en una aldea donde el cielo está cambiando, donde todas las chozas no son iguales, aunque los ancianos te inculcaran lo contrario, donde los cultivos son menos cada día y los privilegios se convierten en utopías.
-    Quinto: No perderás la mirada más allá del horizonte, tu sueño será mi sueño.
-    Al igual que cantidad de colores la vida tiene de oportunidades, de decisiones, de caminos que tomar.
-    Sexto: No irrespetarás a la Matrona de tu choza bajo ningún concepto, mucho menos cuando la Matrona llegue a ser yo.
-    A ella le debo la vida, a ti te deberé muchas otras cosas.
-    Séptimo: No matarás, no robarás, no cometerás delito que nos lleve a la desventura. Te esforzarás y dedicarás por entero a cubrir las necesidades crecientes de tu choza.
-    Eso lo llevo en la sangre, aún cuando otros levanten sus vida sobre el sudor ajeno, yo seguiré sacrificándome, esperando estoicamente que llegue mi turno en el camino de los privilegios.
-    Octavo: Me escucharás y atenderás cada día cuando yo lo entienda, en la hora exacta en que yo lo entienda.
-    En lunas de veinticinco horas he sido capaz de aprovechar veintiséis, eso nunca será un problema mientras mis fuerzas no mengüen.
-    Noveno: Si emito criterios, entenderás siempre sus causas, sus razones que siempre serán razonables. Entiéndelos  y compártelos.
-    Ese parece ser un mandamiento que llegó a ti por la herencia de los ancianos, tiene una semejanza asombrosa con las tablas de nuestra aldea. Parece que tienes alma de anciana, aún cuando te empeñes en demostrar lo contrario.
-    Décimo: No desearás la mujer de tu prójimo, no codiciarás su casa, su campo, su siervo o su sierva, su buey o su asno: nada que sea de tu prójimo.
-    Tengo la mirada en mi choza, esa choza que he de mantener habitable con mis poemas, con mis especulaciones. Espero que te mantengas lo suficiente dentro de ella para ayudarme a lograrlo. No tengas temor, si esas son tus tablas las acataré humildemente. Ahora vamos a sentarnos para que tú escuches las mías, porque yo también tengo mis tablas.
Qué necio yo, cómo voy a creer que me permitirá manifestar mis tablas, para ella esas están carcomidas. Ante cualquier intento de tornar mi boca inquisidora, ella me recuerda el nacimiento. 
-    “Un gran aldeano, un aldeano derecho, con gran futuro. Un aldeano sin miedos, de mirada fuerte, de pensar sereno, un aldeano que será capaz de encontrar el equilibrio”.
Resulta contradictorio todo lo que se profetiza, si en realidad solo soy un aldeano, con tablas que no puedo expresar, pero un aldeano.
-    ¿Me ha mandado a llamar Aldeano?
-    Necesito reparar las tablas de mi puerta. Las termitas ya hicieron su trabajo.
-    Si es así, usted no necesita los humildes servicios de un carpintero, debe solicitar a un exterminador.
-    Los exterminadores son torpes. Cuando una tabla se corrompe lo mejor es sustituirla.
-    Una actitud interesante. ¿Es así para todo en la vida?
-    El mal debe erradicarse antes que dañe el resto de la estructura.
-    Pocos en esta tierra piensan así. Evitan invertir en esos detalles y al final las chozas se hacen vulnerables.
-    ¿Hay muchas chozas vulnerables en la aldea?
-    Le sorprendería ver cuán dañada está la estructura aquí. La madera vieja debe ser sustituida por nueva, pero los aldeanos más notables no son capaces de admitirlo. Cada vez  los exterminadores tienen más trabajo que los carpinteros.
-    Eso es una ironía.
-    Eso es una realidad.
-    Por suerte en mi choza sólo la puerta ha sido carcomida.
-    Tal vez por eso admita el cambio con tanta facilidad. Pero usted se imagina la posición de aquellos que tienen que sustituir el horcón principal o algunas de las vigas más importantes. La resistencia al cambio es ley natural. ¿Estaría usted dispuesto a cambiar todo el entablado de su choza si este se llegara a corromper?
Este pudiera ser un tema para mi próxima especulación. A los ancianos le sería muy útil saber que nuestra aldea enfrenta el cambio de tiempo con muchos de sus pilares corrompidos. Eso la hace débil para el cambio y quienes pagarán las consecuencias serán los habitantes de esas chozas en mal estado. Nadie imagina lo importante que es un carpintero para una aldea.
Mantener habitable mi choza es una tarea titánica. El carpintero realizó su trabajo, pero el techo se me cae a pedazos, por sus hendiduras ya se ven los colores de las nubes. ¿El techador será tan eficiente como el carpintero?
-    ¿Tiene la paja?
-    El material debe llegar con el experto.
-    Yo pongo la mano de obra, lo  demás es problema suyo.
-    Soy solo un poeta, con mis poemas pago su labor.
-    Si usted no es mi ayudante, contratar a alguien que cumpla esa función llevará un precio adicional.
-    Pero… Somos aldeanos, estamos para ayudarnos, hemos de ser solidarios. Somos pocos y nos conocemos todos.
-    Yo le ayudo con su techo y usted me ayuda con el incremento de mi presupuesto.
-    Esos términos son abusivos.
-    Soy el único techador de la aldea. ¿Asume el costo?
Mi choza no tendrá cobija nueva, seguiré mirando al cielo. Es mejor vivir sin techo, que rendir culto a un techador.
El cambio de tiempo cambia a los aldeanos. He vivido mucho entre palabras y los hechos a veces me sorprenden, pero estoy obligado a convivir con ellos. La gente va y viene, pasa frente a la puerta de mi choza y olvida levantar la mirada, hacer un ademán de saludo. Se agita, se agita mucho; se ocupa, se preocupa más. Ser un aldeano no es exactamente como lo predijo el Chamán o como lo leo en el diario del centro, allí conozco una vida, aquí descubro otra.
Estoy sentado en el centro de mi choza. No por eso puedo asegurar que todos los que la viven orbitan a mi alrededor. Mi padre prepara su canasta de especias, la matrona conjura nuevas formulas de alimento, mi hermana descansa después de una semana de intenso trabajo con sus hoteleros, mi mujer se para frente al espejo y aún así, hay quien disfruta de su ingenuidad con pleno goce de sus juegos. Mi niña entra, sale, corre y juega entre ellos, logra sacarles una sonrisa en cada contacto, llega hasta su madre y la obliga a reírse con el exceso de grasa que le muestra el reflejo. Mi niña da luz dentro de tanta penumbra, llega donde la matrona que entabla su duelo diario y feroz con el fogón.
-    Abuela, ¿Cuál es el misterio mayor de la poesía?
-    No servir al mercader. No ser mercancía.
-    ¿Y quién conoce ese misterio?
-    El poeta, su hechicero.
El poeta soy yo y no soy hechicero, no hago magia para vivir, aunque de la poesía vivo. Gracias a mis poemas mantengo a esta choza. No puede ser una poesía ingenua, es elegante, fina, pero no ingenua.
-    Abuela , ya sé lo que es el poema, ya sé lo que es la poesía, ya sé lo que es el misterio…
Misterio es lo que yo he de enfrentar cada día para que la matrona y la niña tengan sus fantasías. Pero el misterio mayor es acoger a mi hija cuando atraviesa la choza buscando mi compañía.
-    Ya sé que no soy chiquita, que uso lazos en el pelo, pero hazme un cuento de hadas, un cuento de amor eterno, un cuento para contarlo, un cuento dentro del cuento.
-    Mi poesía es para los adultos, no escribo libros pequeños.
-    Yo no quiero lo que escribes, papito,  quiero lo que tiene dentro, quiero tus sentimientos.
Es difícil creer que con lo fuerte del viento y lo dura que se ha tornado la corteza, mi niña sea capaz, cada día, cada hora, cada minuto, de encontrar la mejor sabia en este duro madero.
-    Me tengo que ir mi niña, jugaremos al regreso.
-    No te olvides al salir, mi papito bueno, que más allá de esa puerta tienes que encontrar la razón para regresar con un beso.
Esa razón yo la encuentro cada vez que miro al cielo, pero tristemente cuando pongo los pies en la aldea veo chozas custodiadas, aldeanos que no tienen sueños, motivos sin preguntas y preguntas sin respuestas. Las miserias espirituales corrompen a mis vecinos con mayor gravedad que las termitas a sus chozas.
Ser un aldeano se ha convertido en una responsabilidad comprometida. Los nuevos colores celestes  no han sido asimilados de igual manera. Siempre he amado a mi choza, siempre he amado a mi aldea, siempre he amado a la tierra con su sabroso olor a hierba. ¿Pero el resto de los aldeanos? ¿Alguien sabrá lo que piensan? Por supuesto que es imposible. No podrá comprenderlo un ser ajeno, distante, un testigo sin causa, alguien que no viva en una aldea, una aldea superpoblada, llena de chozas viejas, alguien que  no sea  un aldeano, que para encontrar un beso, tenga que mirar al cielo.

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