sábado, 16 de junio de 2012

“La aldea”.

Soy un aldeano y vivo en una aldea, una al norte de aquel lugar frío, donde siempre nieva, una aldea pequeña, pequeña pero bonita. Aquí todos los que me rodean son mis amigos, al menos eso dicen ser, al menos eso trato de ser para ellos.
-    Hola aldeano, ¿Cómo estás?
-    Bien, el tiempo está cambiando.
-    Eso parece. Ya las nubes no tienen la misma tonalidad. El blanco ya no parece ser tan blanco, veo que tiene más tonalidades grises y hasta van adquiriendo otros colores.

-    Dime una cosa Ingeniero, ¿Tú estudiaste ingeniería de  verdad?... ¿Te hiciste ingeniero en los países del sur?... ¿Existe alguna explicación para este cambio de tiempo?
-    Sí, digo que sí estudié ingeniería en los países del sur, pero realmente amigo mío, para este cambio no puedo dar explicación, el problema es que esa no es mi especialidad.
Mi amigo el ingeniero prácticamente se burla de mi, pero, ¿qué puede saber un escritor de las nubes?
-    Al que siempre le ha gustado la astronomía es a ti. Debe ser porque tienes alma de poeta.
-    ¿Y eso que tiene que ver con el cambio de tiempo?
-    Ustedes los que escriben tienen la facilidad de explicarlo todo. Científicamente hablando, es solo un cambio de tiempo, un ciclo, un ir y venir de las nubes con colores más o menos definidos.
-    ¿Por qué la indefinición, si hasta ayer las nubes eran solo nubes blancas y nubes negras?
-    ¡Explícalo tú, tú eres el poeta!
-    Pero… ¿Qué sé yo de las nubes?
-    Son las que están por encima de ti.
-    Claro.
-    Las ves, pero son inalcanzables.
-    A veces bajan.
-    Lo hacen solo para alimentarse de la humedad que queda en la tierra, pero aún así no las logras tocar.
-    Me rodean a veces.
-    Tienen la sutil perspicacia de estar a tu lado, saber todo de ti, entrar a tus lugares más íntimos y no lo puedes impedir.
-    ¿Insinúas que las nubes son fantasmas?
-    La ciencia no cree en fantasmas. Ellas solo bajan, se alimentan y regresan a su altitud para después poco a poco, como dioses, dejarle caer, de forma regulada y equitativa, sus gotas a la tierra.
-    Pero finalmente, ¿Por qué este cambio de tiempo?
-    No lo sé, la ciencia no lo puede responder todo. Dale el nombre al cambio tú mismo, para eso eres poeta.
Como si tal cosa fuera fácil. Desde una aldea no puedo explicar el mundo y sus fenómenos. No quiero decir que no lo conozca. Aquí he tenido la posibilidad de prepararme bien. Puedo decir que además de escribir, trabajo como especialista de Recursos Humanos en una Organización No Gubernamental. He aprendido cómo fluye el capital, cómo se organiza, se manipula y se perfecciona. También sé cómo lo hacen en los países del sur. Mi amigo el ingeniero me ha contado, dice que cuando llegó de allá, lo hizo descalzo, quería tocar la tierra de nuestra aldea, dicen que tiene propiedades muy especiales. Yo quisiera conocer la diferencia, pero tengo tanto que hacer, que no tengo tiempo para ir hasta los países del sur, allí podría convertirme en un ser citadino, rígido y comenzaría a sentirme culpable de lo que pasa en todo el mundo, sería tanta información que procesar, que tal vez necesite regresar para recibir rehabilitación con la tierra de mi aldea con propiedades especiales. Además allí dejaría de ver las nubes, o tal vez sí las vea, pero como el tiempo allí siempre ha sido el mismo y las nubes siempre han tenido todas las tonalidades de grises posibles, no tendría nada de qué asombrarme cuando cambien. ¿En mi aldea dejarán de ser blancas y negras?
-    Hola aldeano, ¿Cómo estás?
-    Bien, mirando cómo cambia el tiempo.
-    Ya me había fijado, hasta quise sacarle una canción.
-    ¡Eso sería genial! Para algo eres una Cantante.
-    Si, pero no pude hacerlo.
-    ¿Qué te pasó?... ¿La musa no pudo bajar a través de unas nubes tan cambiantes?
-    No, el problema fue que los ancianos de la aldea no me dejaron. Me explicaron muy convincentemente que tal vez una canción al cambio de tiempo genere confusión y pánico entre los habitantes.
-    Pero… ¿Cómo es posible?... Es solo una canción, música y poesía inteligentemente organizadas.
-    ¡Ese fue mi error! Utilicé exactamente esas mismas palabras cuando le expuse a los ancianos mi tema, pero  no creyeron que yo pudiera organizar correctamente las palabras para explicar el fenómeno. Además, vi en ellos recelo y falta de confianza en el detalle de la inteligencia.
-    Pero a la gente de la aldea le hace falta la música.
-    Sí, sí… Los ancianos ya me han preparado una plaza, esa que está en la otra esquina del parque. Allí puedo cantar lo que yo quiera, pero me sugirieron que no hablara del estado del tiempo, que la gente podría resultar afectada.
-    ¿Sólo por una canción?
-    Sólo por una canción.
-    Pero…
-    Dedícale tú un poema, tal vez algún día yo decida ponerle música.
-    Qué graciosa, para luego hacerte famosa tú sin pasar los apuros que eso implicaría y que los sabes bien.
La gente se ve contenta, a pesar de ser una aldea este es un territorio libre de locos. Tú puedes ir por la calle con absoluta tranquilidad y nadie sería capaz de sentarse en medio de la vía, por donde pasan todo tipo de artefactos, a cantar una canción o simplemente a decir las cosas que alguna vez pensó, sin que nadie lo escuche. Ese fue un mal que erradicamos hace ya muchos años. Algunos de los ancianos que están en las afueras de la aldea me han contado que esas cosas pasaban, qué triste. Me gusta sentarme a conversar con ellos, porque cuentan anécdotas muy graciosas de otros tiempos, cuando el paso hacia los países del sur no estaba tan difícil. Dicen ellos que el camino hasta allá era normal y sin obstáculos, pero cuando las nubes cambiaron, y se quedaron solamente blancas y negras,  el trayecto se hizo casi intransitable.
-    Hola aldeano, ¿Te sientes bien hijo?
-    Si Abuelo, ¿Y usted?... ¿Cómo se encuentra de su dolor en los huesos?
-    ¡Hay, no me digas nada! El cambio de tiempo me tiene la espalda en un puro temblor.
-    Si, ya me estaba fijando que las nubes cambian de color.
-    Ya estoy muy viejo para esto. Cundo el otro cambio de tiempo yo sí pude hacer de todo. Hasta cuando las cosas se tornaron feas porque el camino a los países del sur se hizo difícil, yo fui de los que construí  las casas donde ustedes viven ahora.
-    Te quedaron fuertes abuelo.
-    Si, pero ya no las hacen igual, además, ya por el pedacito de camino que queda sin derrumbarse no podemos ir a buscar los mismos materiales con que hicimos aquellas; esos fueron algunos que quedaron y gracias a eso tu casa y algunas más están fuertes y resisten el cambio de tiempo, pero mira las otras.
-    ¿Usted cree que si el tiempo cambia, el camino se pueda arreglar?
-    No sé hijo. ¡Estoy loco por eso! Tú sabes el tiempo que hace que no veo a mi hermano.
-    ¿Pero si el cambio de tiempo trae tormentas…?
-    No te preocupes, todo pasa.
-    Las nubes se están poniendo muy feas abuelo.
-    No hay mal que por bien no venga. Además, ¿Un cielo lleno de nubes negras y blancas es mejor que un cielo con nubes grises, ocres y hasta azuladas?
Yo soy un aldeano y vivo en una aldea, soy poeta, especialista en Recursos Humanos y aficionado a la astronomía. Aquí hay que hacer de todo, somos muy poquitos y demás, quién sabe dónde encontrará uno su verdadera consagración. Eso sin tener en cuenta que en  cualquier momento los ancianos me dan la posibilidad de preparar a los que viven en la aldea vecina en cualquiera de mis especialidades.
Hoy tengo que ir a un evento de Especulación Científica a dar a conocer mi teoría sobre el Universo. - ¡Sí, claro que sí!- Vivo en una aldea pero también tengo derecho a tener mis especulaciones. Tal vez otro ya las planteó en los países del sur, pero como las nubes están tan raras no he podido recibir confirmación vía satélite… ¿Satélite?...  Claro que tenemos satélite, ese lo compramos entre todas las aldeas de por aquí, un dinerito unas y otro dinerito otras. Pero con nubes tan blancas y tan negras muchas veces la señal no logra entrar a la aldea de nosotros, eso es solo en la de nosotros, porque en las otras sí hay señal, no sé por qué.
Tengo miedo pararme frente a un auditorio compuesto por todos aquellos que conozco y me conocen, porque en una aldea todo el mundo se conoce. Además, allí estarán los ancianos analizando cada una de mis palabras, siempre lo han hecho desde que ellos eran jóvenes  como yo. ¡Ojala yo no llegue a esa edad con las costumbres que tengo hoy! Ahí, con micrófono en mano, las luces dirigidas hacia mí, las miradas puestas en mí, los oídos atentos a cada palabra. Creo que esa será la experiencia  más difícil de mi vida. No es nada sencillo   decir frente a todos lo que uno piensa, nadie sabe cómo serán tomadas mis especulaciones, tal vez corra la suerte de aquel que se atrevió a contradecir a un anciano en público el año pasado y hoy es una de las personas que se preparan con las mejores condiciones de la aldea. Pero si me pasa lo que le pasó al que se paró en medio de la vía a decir todo lo que tenía pensado y se lo llevaron por loco, y aquí ya ese es un mal erradicado. Al final creo que fue acusado por dirigir la palabra en contra del tráfico y obstrucción de la vía.
Ese va a ser un momento espeluznante, pero ya me he preparado y sé que todo lo que voy a decir es razonable, tiene lógica y nos beneficiará a todos.
-    Hola aldeano, ¿Te gusta el cambio de tiempo?
Tú ves, ese es un problema, cómo decir lo que te gusta y lo que no te gusta. Si te gustan las nubes así como se están poniendo los meteorólogos te van a censurar porque inestabilizas su trabajo, y si dices que te gustaba más el cielo lleno de nubes blancas blancas y negras negras, el problema te lo buscas con la propia naturaleza. Este Leguleyo pensará que soy poeta por gusto.
-    ¿Qué tú crees?
Es la respuesta más inteligente, si alguien se compromete, que sea el señor Leguleyo, él es quien tiene las palabras precisas para no perder ningún debate.
-    El problema de estas nubes con tantas tonalidades es la indefinición
Mira quién habla de indefinición,  y a mi no me gusta nada indefinido. Por otra parte, y esto te lo digo en confianza, alguna que otra vez a mi también me gustan las nubes grises.
-    “Hombre”, pero tienes que estar definido.
-    Eso es para los científicos, yo estoy en una balanza y con los ojos vendados.
Por eso es que el señor Leguleyo no puede decir con claridad si el cielo está bien o mal con el cambio de las nubes.
-    Tú eres el poeta, el mejor poeta que conozco, yo te admiro por eso y estoy seguro que vas a hacer un buen poema con el cambio de tiempo. ¡Inténtalo!
-    Pero no me ha dicho usted si le gusta o no el cambio de tiempo.
-    Ya le dije a los ancianos que teníamos que prepararnos para ese cambio y les dejé algunas sugerencias, pero… para ser nuevamente franco, son detalles muy insignificantes para que se conviertan en parte de mis prioridades.
¿Qué hay de malo con que las nubes tengas todos los matices que puedan existir entre el blanco y el negro? Antes con las nubes negras sólo caía una lluvia pesada y fugaz, lo oscurecía todo y al final ocurrían accidentes por la poca visibilidad y al final las culpas no eran de las nubes, sino del tonto que quiso seguir trabajando bajo ellas. Las nubes blancas eran un caso aparte, cuando llovía de una nube blanca la gente pensaba que todo estaba bien, pero al final siempre quedaba alguna casa sin techo o alguna laguna que hacía más difícil el paso dentro de la aldea. Todo muy blanco, pero había quien se enfangaba, enfangaba y enfangaba a los demás. Sin contar que se impedía el paso de todos los que venían detrás. Con las lluvias de nubes blancas se formaba un pantano en el que nos revolcábamos una y otra vez sin encontrar la salida. Aún hay quienes no han encontrado el camino después del último aguacero hace 15 años.
El agua de las nubes negras y de las nubes blancas era muy buena, nos calmaba la sed, el hambre y limpiaba la vida, pero siempre fue tanta que nunca nos permitió movernos libremente, las ropas con tanta agua te sometían a un peso insostenible.
Estoy ya muy cerca del auditorio, un Anciano Oficial se me acerca, lo veo venir con su paso cansado, su temor a la agilidad con que el mundo se mueve a su alrededor, lento, muy lento, ceño fruncido, mirada penetrante, indagadora. Yo estoy seguro que buscará, estoy casi seguro del objetivo que le hizo bajar de su pedestal. Por el apuro y la turbulencia que ha generado el cambio de tiempo ninguno de ellos ha tenido la oportunidad de comprender exactamente mi teoría sobre el universo. El reloj ha avanzado tan rápidamente que ellos han tenido la atención sólo en el cambio de y un ser insignificante como yo ha pasado desapercibido dentro de sus prioridades.
-    Hola aldeano. Necesito en 10 palabras la esencia de tu tesis.
¡Rápido y directo me cerca este Anciano a pesar de su pereza
-    Yo… Movimiento del Universo, vida, desarrollo, muerte.
-    ¿Estás consciente que tendrás un auditorio lleno de personas que tal vez no comprendan lo que digas?
-    Correré el riesgo.
-    ¿Tienes la absoluta seguridad que en tus palabras no incluirás nada relacionado con las nubes, el cambio de tiempo y las tonalidades de los grises?
-    Intentaré hablar sólo de lo que está más allá de las nubes y buscaré entrar en lo que está en lo más profundo  de cada uno de nosotros.
-    ¿La aldea?
Con carácter inquisitivo me cuestiona.
-    Nosotros mismos, muy adentro. Hablaré de esos lugares donde el hombre no tiene poder alguno, donde nada es controlable, sólo predecible.
-    Esa es una tesis osada.
-    ¿Tengo la oportunidad de mostrarla?
Sorprendentemente los ancianos me dejan pasar al auditorio, pero en un rincón del público está mi amigo el leguleyo cuchicheando con todos los de su sindicato, al más mínimo error me crucifica. Él será  el oído y la vista de esos ancianos que a esa distancia no son capaces de discernir entre una nube gris y una nube blanca.
Como un manojo de nervios tomo asiento frente a toda la sala, miro los rostros perplejos de muchos que no pensaron verme allí, otros que aseguraron que yo no sería capaz  de llegar al final de esta tesis. Y claro, no faltan los rostros alegres de aquellos que me quieren bien y asisten con la cabeza para darme seguridad. También están allí los callados, inmutables y silenciosos esperando el resultado para aplaudirme si los ancianos me aplauden o excomulgarme si los ancianos consideran que me pasé de la raya. Yo sé que mi aldea es compleja, pero de sencillez y modestia, me enseñó mi padre que he de construir la vida.
Ya me dan la palabra y en unos segundos, que parecen años, el cielo y la tierra se me unieron y las nubes grises, ocres y azules se fundieron y le dieron un empujón a mi lengua.
---- OVACIÓN-----
-    ¿Sorprendido aldeano?
-    Asustado.
-    ¿El éxito asusta?
-    No, para nada, lo que asusta es que ninguno de los ancianos llegó a escuchar todo lo que dije, de fueron antes.
-    Quién iba a pensar que existiera la posibilidad de analizar las leyes universales se una forma tan sencilla.
-    Hasta ese momento el interés fue general, lo malo llegó después.
-    ¡Pero claro! Si somos parte de un organismo vivo, y éste enferma, los síntomas serán notados.
-    Pero decir que el cambio de color de las nubes es uno de esos síntomas fue algo que no debí hacer.
-    Eso implica que somos impotentes ante el cambio, que tenemos que aceptarlo y adaptarnos.
-    ¿Y tú crees que los ancianos van a quedar tan tranquilos al saber que ellos también son impotentes?
-    Creo que tienes en tus manos un gran poema, pero solo un poema ¿Llenarás el libro?.
La conversación con el Asesor se interrumpió súbitamente. Fue como si la habitación temblara, el golpe en la puerta hizo retumbar todo el lugar donde esperaba asustado, pero satisfecho, por haber dicho todo lo que pensaba.
Eran las 10 de la noche y dentro de la caja oscura en la que caí casi sin darme cuenta y sin que nadie pudiera explicarme por qué y para qué, me encontré con esa Mujer. Sus ropas eran finas, manos delicadas, mente abierta y mirada tranquila. Sus palabras eran incoherentes pero bellas, su voz era un susurro pero capaz de llenar toda la caja, su falta de cordura no era un castigo, lo sentía como un don.
-    Están cayendo estrellas…
-    ¿Qué estás diciendo hermana?
-    Son estrellas fugaces.
Caja cerrada, oscuridad total, lugar sin testigos pero con innumerables oídos, las nubes cambian y tal vez nos dejen ver el universo.
-    ¡Están cayendo estrellas!
-    Qué pensamiento extraño.
-    ¡Cómo del cielo claro
           Se desprenden estrellas!
           Pon tus manos abiertas
           para que en ellas caigan.
No ver, no significa que no exista, pero tampoco quiere decir que yo crea en lo que no veo, ese siempre fue mi debate con el Clérigo.
-    ¿Qué estas diciendo hermana?
     Son estrellas fugaces, ni caen ni se recogen.
-    No importa. Pon las manos.
Fueron algunas horas, no sé exactamente el tiempo, que allí estuve. Al salir todas eran caras largas, largas filas de caras largas a ambos lados del camino. Al final, solo al final del túnel, de ese túnel hecho de miradas inquisidoras, de cuerpos rígidos e inmóviles; en ese final, una sonrisa. La sonrisa iluminada de un Anciano Parlador de la aldea esperándome amistosa y hasta cariñosamente. Caminamos largo rato compartiendo ideas; o mejor, yo callado escuchando sus ideas, ideas de cooperación, de diálogo, de debate, ideas sobre mis ideas. ¿Es que acaso no he lanzado mis palabras en contra del tráfico?
No he podido ver al Anciano Jefe de la aldea, pero este que me ha atendido me acaba de informar que ha hablado de mi ¡Qué orgullo! Han decidido nombrarme “Asesor integral para las ideas de las minorías”.
-    Eres joven aldeano, muy joven pero inteligente.
-    ¿Le gustó mi teoría?
-    Es interesante, motivadora y apasionada, pero dejaste algunas lagunas fáciles de manipular por los escépticos.
-    Está basada en la observación diaria, en el conocimiento de la práctica.
-    Pero las ideas prácticas son manipulables, ¿Qué vas a hacer cuando te lleven al foro?
-    ¿Quiere usted decir que no debo debatir mis ideas con los escépticos?
-    No, no, eso queda a tu criterio. Si vas a tener la valentía de emitir ideas, asume el reto de sostenerlas y defenderlas.
-    ¿Entonces puedo seguir emitiendo ideas?
-    Y no olvides el perfil de tus ideas, trata de seguir el camino que escogiste para que los escépticos no se confundan y no piensen que estás hablando del cambio de tiempo, cuando en realidad lo que a ti te gusta es emitir ideas de astronomía. Además, sería bueno que te preocuparas también por escribir algún poema, a nosotros nos gustan tus poemas.
Después de la concentración en el auditorio la gente en la aldea tiene algo raro, escucho ideas raras, veo personas raras. Durante mucho tiempo, cuando las nubes eran blancas blancas y negras negras, a las personas raras las expulsaban de la aldea por ser raras,  y los ancianos casi consiguieron que las odiáramos. Ahora ya tienen el consentimiento y la bendición de los ancianos autorizados a darles privilegios.
-    Hola aldeano. ¿Cómo has estado?, qué tiempo sin vernos.
-    Ha sido un tiempo enorme. ¿Cómo te ha ido por los países del sur.
-    Bien, muy bien. Encontré todo aquello que buscaba y he vivido todo aquello que soñé.
Mi amigo el Clérigo se fue hace ya 8 años para seguir cultivando su “FE”. Encarnizados eran nuestros debates teológicos. Debates que llegaron a convertirse en verdaderos campos de batalla, pero increíblemente aquí estamos y eso nos permitió seguir siendo los mejores amigos.
-    ¿Sabes el camino?
-    El horizonte no me alcanza.
-    ¿Qué buscas?
-    Tristes sueños, gloriosos sueños, olvidados sueños.
-    ¿No recuerdas el olor de esta tierra?
-    La tierra no tiene olor.
-    ¿Ya no tienes el olor de tu tierra?
-    Yo tengo el aroma de mi “FE”. El horizonte no me alcanza… ¿La tierra?... No sé.
-    ¿La nieve enfría el alma?
-    Adentro nada cambia.
-    A veces la “FE” no lo es todo.
-    No lo será, pero colma mis expectativas.
Parece que no hemos cambiado nada, seguimos siendo los mismos 8 años más viejos, pero seguimos siendo amigos. Aún cuando en la aldea dicen que él es un ser raro, sigue siendo mi amigo. Antes de irse le dejó un pequeño regalo a mi hija, ella se pondrá muy contenta.
-    ¡Papi!, ¿qué me trajiste?
-    Pero… ¡qué equivocada tú estas, chiquilla!  Hoy la suerte te sonrió porque me encontré  con mi amigo el Clérigo y te mandó muchos besos y este juguete.
Su ingenuidad me parece asombrosa. A ella no le importa que las nubes estén cambiando de color, su interés es  que haya cielo y nubes allá arriba para poder disfrutar intensamente de los días y las noches.
-    Papi, ¿viste qué lindo es el arcoiris?, nunca había podido ver uno de verdad, solo ese que tú guardas en las revistas de antes.
-    El problema es que hace ya muchos años, muchos años que no se ve un arcoiris en esta aldea.
-    ¿Ustedes han vivido siempre con el cielo en blanco y negro?
-    Así hemos sido felices.
-    Por eso es que tu amigo en Leguleyo es un pesado.
-    El color de las nubes no determina el interior del ser humano. Ser bueno o malo, gracioso o no, nada tiene que ver con el cielo que tengamos arriba.
-    ¿Y ahora cómo será la lluvia? ¿Tendrá colores?
-    No sé. Sería muy interesante ver qué sucederá con la aldea si la lluvia cae en colores.
-    Cuando la lluvia sea azul clarita la aldea tendrá mucha tranquilidad. Si llueve amarillo la gente saldrá a buscar luz. Si las nubes nos dan una lluvia verde claro, en la aldea nacerá otra niña como yo.
El cambio de tiempo es innegable, el cielo tendrá nubes de todos los colores y en nuestra aldea tendremos que aprender a vivir con la diferencia. Los ancianos tendrán que quedarse en sus chozas si solo quieren ver el cielo de la aldea en blanco y negro.
¿Estas son las mismas nubes que ya pasaron por las otras aldeas? ¿Estas son las mismas nubes que llegarán a las aldeas que tenemos detrás? ¿Así también fue el cambio de tiempo en las aldeas del oeste  o éste es un cambio de tiempo diferente?
Yo soy simplemente un aldeano y mi aldea es pequeña. Mis sueños son grandes, pero mi aldea es pequeña. Mis especulaciones son para todo el universo pero las hago desde mi pequeña aldea.
Somos pocos y nos conocemos todos. Nos conocemos desde que nacemos y hasta que son despedidos nuestros cuerpos. Una información, por insignificante que parezca, recorre  la aldea de boca en boca en cuestión de minutos, ¡claro! Que estará sujeta a tergiversación, manipulación, controversia y hasta buenos y malos entendidos. Por ejemplo; mi teoría ya la debaten todos aquí, los que fueron al auditorio y los que no, los privilegiados hasta la han transmitido vía satélite, si el satélite funciona por supuesto.
Bien lo decía mi maestro, en una aldea una idea como esa que he planteado, ni se crea ni se destruye, solo se multiplica y al final se transforma; se transforma en nubes, nubes blancas, negras, y ahora grises, ocres y hasta azules. Nubes que están ahí, que cambian aún cuando muchos no entiendan ni media palabra, porque no son aldeanos, porque no viven en una aldea, porque su cielo no está cambiando.

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