jueves, 13 de septiembre de 2012

¡PELIGRO! Tendencias economicistas nos acechan.

Las tendencias economicistas de los últimos años corren el riesgo de desvirtuar  el proyecto social cubano,  por lo que resulta necesario retomar importantes elementos primigenios que validaban su compromiso social. No podemos hablar de una planificación económica, cuando a la larga no existe un plan de desarrollo nacional que sustente decisiones sostenidas pragmáticamente en la acumulación, estabilización o recuperación del capital en el mejor de los casos. 
La voz pópuli con mayor cantidad de cuestionamientos se hace una pregunta entre tantas: ¿Cómo  el PIB del país creció en el 2011 en un 2.7 % y eso no se vio reflejado en crecimiento de salario, disminución de costos o aumento de oportunidades, cómo no se vio reflejado en el crecimiento del ciudadano medio?
Mientras el espacio vacío existente entre el discurso oficial y el pensamiento social crece, no resulta un secreto para nadie que Cuba se encuentra marcada por patrones culturales occidentales,  los cuales lastran inevitablemente las intensiones de emancipación real, de sostenibilidad económica y social y de equidad probada. La limitada visión de futuro brota de un conflicto intergeneracional pronunciado en las últimas décadas, la cual nos lanza a los comienzos de la década de los noventa.
Sería absurdo evolucionar cuando sólo se tiene sobre la mesa un único modelo de desarrollo. Vivir en sociedad es un proceso lleno de contradicciones y complejidades y mucho más, cuando se vive en una sociedad en transición sostenida, que permanece probando estrategias  sobre la marcha carentes de métodos fundamentados y necesitadas de una perspectiva desarrolladora y emancipadora. Al decir del Che,  “en ese extraño y apasionante drama que es la construcción del socialismo, se corre el peligro de que los árboles impidan ver el bosque. Persiguiendo la quimera de realizar el socialismo con la ayuda de las armas melladas que nos legara el capitalismo (la mercancía como célula económica, la rentabilidad, el interés material individual como palanca, etcétera), se puede llegar a un callejón sin salida. Y se arriba allí tras de recorrer una larga distancia en la que los caminos se entrecruzan muchas veces y donde es difícil percibir el momento en que se equivocó la ruta. Entre tanto, la base económica adaptada ha hecho su trabajo de zapa sobre el desarrollo de la conciencia. Para construir el comunismo, simultáneamente con la base material hay que hacer al hombre nuevo.”
Avanzar no puede significar borrar un pasado y comenzar a ensayar, ensayar y ensayar una y otra vez con un presente innovador y lleno de buenas voluntades, de buenas voluntades está hecho el mundo y se está cayendo a pedazos, como aquellas casas que en los años noventa hicimos de bajo costo.  Bien lo advirtió el Che, de nada vale crear fabricas brillantes si a la vez, no somos capaces de crear hombres nuevos que respondan a esos nuevos tiempos y a esto me gustaría agregar; de nada vale solidificar la economía, hacerla eficiente y eficaz, si no somos capaces de crear hombres empoderados, emancipados, participativos, comprometidos, liberados de todo signo de apatía y enajenación.
Vivo en una ciudad en el centro de Cuba  donde un pasado contradictorio  desvirtúa a un presente lleno de contradicciones, y no porque el pasado aflore como fantasma cargado de las imperfecciones sociales de la seudorepública, sino que se encarga abrumadoramente de mostrar esos descuidos del proyecto socioeconómico que defendemos.  Debo recordar un enunciado del Che expuesto en “El socialismo y el hombre en Cuba”: “…La revolución se hace a través del hombre, pero el hombre tiene que forjar día a día su espíritu revolucionario”.  Y me atrevería a afirmar que ese ser revolucionario dormita mientras olvida su esencia, donde sólo un cambio superador y crítico puede romper con anquilosados esquemas.


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