Todo quedó sellado, aquel hombre nunca supo si bajo tierra dejó sembrado un cuerpo o una aldea. La profundidad de la fosa pretendía atrapar una luz, intentaba esconder una idea. Pobre insensato que en lodo y mármol agota su vida. No ve que del cuerpo del anciano el sol escapó hace mucho tiempo y fue repartido entre otros cuerpos que aún caminan, que aún existen. El silencio sepulcral invade su alma mientras con sus manos esculpe los últimos rasgos de la lápida: "Aquí yace el camino que nunca permitió caminar, el destino que nunca se pudo alcanzar".
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