sábado, 25 de octubre de 2008

Una Casa colonial intacta en el siglo XXI


Por: Yoel Rivero Marín.
Cuando alguna vez, hace más de 10 años, alguien que llegó de visita al municipio de Sagua la Grande me pidió que lo llevara a una de esas casas coloniales clásicas que distinguían el florecimiento social y económico de la Sagua del siglo XIX, no puedo negar que mi desconocimiento me alarmó, pues me resultaba difícil recordar alguna de ellas. En ese momento yo también me convertí en un visitante más y ambos fuimos en busca de una de estas joyas de la arquitectura de la Villa. Varias pudimos encontrar muy bien conservados y ya anteriormente comenté en este mismo sitio sobre la vivienda que hoy ocupa el Museo de la Música “Rodrigo Prats”, pero otra que llamó poderosamente la atención de estos dos extraños conociendo la ciudad fue la que acoge a las oficinas de la Empresa Pecuaria “Macún”. Esta es una casa de vivienda de mampostería con techo de madera y tejas, con frente a la calle Tacón (hoy Céspedes) que hace esquina con la calle Progreso (hoy Clara Barton). Construida en 1872, su propiedad cambió de dueño en varias ocasiones hasta que en junio de 1933 es comprada por el Señor Virgilio Tabares González. Su patio interior con galerías genera una planta en forma de C y a la vez brinda frescor y la comodidad necesaria para la arquitectura doméstica en nuestro clima. La composición de sus fachadas denota los rasgos neoclásicos, los cuales identifican estilísticamente al inmueble como variante hacia el eclecticismo. Su fachada principal presenta cuatro ventanas enrejadas y una puerta, de madera en todos los casos con la presencia de tableros decorados y vitrales que dejan pasar la luz natural, con guardapolvos en forma curvilínea de un diseño poco visto en otras edificaciones de su época. La platabanda que figura en el diseño de fachada sirve de arranque al friso, posee una cornisa y un pretil compacto que recorre perimetralmente la cubierta. Las rejas de las ventanas poseen un diseño complejo y exclusivo, lo cual define al inmueble como un singular ejemplar del repertorio de la arquitectura domestica de la burguesía saguera del siglo XIX. 
Todo lo que pudiera describir queda empequeñecido por las imágenes que el visitante y quien escribe estas líneas pudieron constatar. Hoy, aún cuando tiene algunos cambios impuestos por la utilidad práctica del local, respira el buen aire que llega del pasado para conservarla lozana dentro de su longeva existencia.


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