Por: Yoel Rivero Marín.
En la prensa cubana busco a
“Patria”, pero busco a “Patria” en el siglo XXI, esta que tropieza, se
levanta y tropieza. Busco ilusoriamente a “Patria” y me encuentro una
prensa plagada de triunfos, metas cumplidas, actos y reuniones que van y
vienen abarrotando cuartillas, llenando cuadros y cuadros de imagen,
golpeando sin piedad a oídos sordos que no quieren ya escuchar. Debemos
reformar a la prensa cubana, pero no a la prensa sin profundidad, sin
sentido de cascabel, sin esfuerzo de látigo. No a la prensa mimética,
rígida y sin creatividad, esa prensa desactualizada donde el boca a
boca es capaz de ganarle la carrera de la inmediatez. Es en la prensa
martiana donde encuentro las más razonables respuestas a todo lo que los
periodistas de hoy se debaten sin solución práctica, esa prensa
necesaria que informando, seduzca y convenza, participe y sea
participativa.
La prensa martiana no estaría empedrada por compromisos y temores, por inseguridades y falta de criterio propio. Necesitaría pedir muchas veces la palabra para decirlo, pero aseguro que las tensiones serían siempre altas al escucharlo. Esta prensa del apóstol no iría de mano en mano buscando el consenso, pues en tierra de humanos la prensa encuentra lo bueno y lo malo de seres humanos con deseos y capacidades para escucharla, de seres humanos con deseos y posibilidades para callarla.
La prensa cubana indiscutiblemente necesita ser esa que en la que el apostol empeñó sus más profundos ideales, esa prensa que debe dejar de ser eco consentido y convertirse en el hacedor de palabras, despojado de censura y autocensura , porque es capaz de llevar la pluma con la seguridad del cirujano, edificar cada reporte con la maestría del arquitecto, respetar lo justo como el más sagaz de los fiscales, buscar cada resquicio del saber histórico con la minuciosidad del antropólogo.
Aún recuerdo cuando el periodista santiaguero Reinaldo Cedeño me dio a leer un texto suyo que en lo personal representó una verdadera clase del oficio. “Ser periodista”, afirma Cedeño:
“Algunos creerán que lo tienes que saber todo. Harás las veces de arquitecto, electricista, plomero, diputado, hasta gurú… pero tendrás que detenerte. Tendrás que dar aliento a quien confió en ti sin conocerte. A veces, se han quedado sin más, eres su última esperanza. Y querrás ser Dios, cuando eres sólo, un periodista… pero te quedará estremecer las conciencias dormidas."
Para esos hacedores de palabras en la prensa martiana y cubana un reconocimiento de quien una vez, hace más de 18 años, decidió ser compañero de viaje, pero con una mochila mucho más ligera, cuando he mirado a mi lado en el camino, la mochila del buen periodista le impone sobre sus espaldas un peso difícil, ineludible y agotador. Sé muy bien que muchos desean aligerar la carga, pero al perder peso, pierden la esencia. “Ser periodista es ser Quijote” afirma Cedeño, “Ser periodista es ser niño, con los ojos de asombro siempre abiertos”… “Ser periodista es hacer el amor con las palabras”.
En lo personal y muy cerca de mi terruño recuerdo a:
Enrique Isoba Toledo
Tomás Aguilera Hernández
Benito Pírez Gómez.
Julio García Luis.
Mario Rodríguez Alemán.
José Antonio Fulgueiras
René Moralez Muñoz, Luís Orlando Espino, Marilín Ríos Mollinedo,
Alexey Ruíz Díaz, José Miguel Pérez Dib, Alberto González Rivero,
Bárbara Fortes Moya y muchos otros que en Sagua la Grande han anclado
su pluma contra viento y marea, ridiendo el homenaje merecido a la
prensa martiana.
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