miércoles, 9 de junio de 2010

CINE EL ENCANTO. Un recuerdo que se pierde en el tiempo.

Por: Alberto González Rivero.
A un lado del teatro Alcázar -adjunto a la Cremería Coppelia- se hallaba el cine “El Encanto”.
Era una sala cinematográfica al aire libre, su estructura era de madera cuando fue inaugurado en el año l920 y se denominaba Sagua Park.
En aquella época, además de servir para la proyección de películas, era un escenario ideal para la organización de show musicales en vivo.
En el lugar actuaron compañías de zarzuelas o de teatro bufo, entre ellas las de Castany y Llorens, y lo visitó también el Campeón del Mundo de boxeo, Kid Gavilán, quien llegó acompañado de un grupo de baile.
De pequeño nos gustaba ir a las tandas en El Encanto, ávidos de ver filmes de aventuras, entonces nos reclinábamos en las hileras de sillas de madera que le daban un rústico estilo al lugar.
Era de lo más divertido, porque no era una sala oscura. Los filmes silentes que protagonizaba Charles Chaplin y los melodramas mexicanos, de pistoleros y rancheras, cintas españolas y argentinas, eran los espectáculos preferidos.
También era emocionante disfrutar, ya fuera del género que tratara la cinta de turno, de los taquitos que tiraban los fiñes a los espectadores y de las rechiflas a los proyeccionistas cuando se les enredaban las cintas.
En El Encanto vendían caramelos con sabor a menta, y uno se deleitaba masticando la golosina mientras un samurai despachaba a cinco rivales de un sablazo.
No se me olvida que ciertas escenas de guerra originaban un concierto de ronquidos que semejaban un movimiento telúrico en medio de la sala, aunque algunos cañonazos los sacaran de su mirada en tercera dimensión.
El rollo de la historia reproduce el incendio que ocurrió en el ano l950 del siglo anterior, por lo que tuvo que ser totalmente reconstruida, de mampostería, la parte delantera del inmueble.
El Encanto brindó momentos felices a generaciones de sagüeros y su permanencia exaltó la vida cultural en la Villa.
En un lamentable tiro de foco, el cine fue catalogado de viejo por arquitectos y autoridades y, con el fatal decreto, se demolió la instalación y con ello se derrumbaron sueños y se extrañan las secuencias fílmicas y el servicio cultural que prestó a lugareños y visitantes.

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