miércoles, 23 de junio de 2010

Sudáfrica 2010. EL MUNDIAL DEL SUR. Los sagüeros siguen el fútbol paso a paso.

Por: Alfredo García Pimentel
El pitazo inicial indica el comienzo de una gran fiesta. En el terreno… y en las gradas, seres humanos de cualquier raza, credo o religión se unen, atados por el inexplicable lazo del “más universal de los deportes”. Es la Copa Mundial de Fútbol, la mayor aspiración de cualquier practicante y el deleite supremo para los seguidores del balompié.
En 2010, por primera vez, tocó al continente africano preparar tan vistosa celebración. Sudáfrica, el país más austral del continente negro, acoge con éxito la vigésima versión de una competencia que hoy, justo a la mitad de su calendario, ha comenzado a llamarse “el Mundial del Sur”.
El calificativo le viene no solo por la región del planeta que organiza la lid, sino, también, porque hasta el momento, los países de Sudamérica protagonizan una actuación casi perfecta, a falta de una vuelta para que se concrete el fin de la etapa de grupos del certamen.
Los miembros de la CONMEBOL que asisten a este Mundial (Brasil, Argentina, Chile, Uruguay y Paraguay) han conseguido mantenerse invictos luego de 10 presentaciones. Ocho victorias y dos empates, 18 goles anotados y solo 4 permitidos a sus rivales, hablan claro de la superioridad que exhiben, hasta hoy, las huestes sudamericanas.
Tanto es así, que algunos ya se atreven a afirmar que el Campeón del fútbol mundial en el 2010 tendrá acento sureño. Para hacerlo, se basan en la calidad a priori de las nóminas del subcontinente americano; en los resultados alcanzados en lo que va de torneo; en la excelente etapa clasificatoria que se vivió en la región y, sobre todo, en lo que dicta la historia de estas competencias.
Sucede que, en 80 años y en 19 citas mundialistas, solo 4 de ellas han tenido asiento en el hemisferio Sur de nuestro planeta: todas han visto a un equipo sureño treparse hasta lo más alto del podio.
Así, Uruguay logró las dos coronas que exhibe su palmarés en 1930, cuando organizaron el primer Mundial, y en 1950, como protagonistas del inolvidable “Maracanazo” brasileño. Precisamente, los de la “canarinha” se apuntaron el triunfo en 1962, con Chile sirviendo de sede; y el último título disputado en el Sur lo consiguió Argentina, jugando como anfitrión, en 1978.
Pero hay quien va todavía más lejos y trae a colación otra estadística: siempre los Mundiales orquestados en países del Tercer Mundo han tenido supremacía latina. Así sucedió también en los dos eventos acogidos por México, en 1970 y 1986, en los que Brasil y Argentina dejaron detrás a las potencias europeas. En Sudáfrica, el curso de los acontecimientos no tiene por qué ser diferente.
Con tantos números favorables y una historia que les sonríe, los equipos de la América del Sur siguen sumando adeptos. En unas horas se concretará el pase de varios de ellos a la etapa de octavos de final de la Copa sudafricana, en muestra inobjetable del poderío del fútbol sureño.
Si, en fin, ese empuje hace que la historia repita su curso, habrá alegría en todo el continente americano, porque el pitazo final confirmará al de Sudáfrica 2010, como el inobjetable “Mundial del Sur”.

viernes, 18 de junio de 2010

HOTEL SAGUA. Nostalgias y añoranzas.

Por: Alberto González Rivero.
El hotel Sagua se yergue con estatura de rascacielos en el centro de esta ciudad de acentuada arquitectura neoclásica.
El Príncipe de Asturias y el poeta granadino Federico García Lorca llegaron al umbral del otrora acogedor recinto, observaron su depurado estilo ornamental, construido en el ano l920 por iniciativa de comerciantes que buscaban un lugar adecuado para alojarse y desarrollar su actividad con el confort necesario.
Huéspedes no tan célebres como los referidos, de visita en Sagua, eran también habituales en su época de esplendor, recibiendo el servicio sin tener que acreditar jerarquías o colores.
Fuimos testigos del buen gusto estético de su restaurant: los paisajes de Manolo Fernández se exhiben en sus paredes en armonía pictórica con el lugar.
Una simple ojeada desde uno de los balcones, nos regala un panorama entre el enjambre de bicicletas y los que deambulan por el parque La Libertad,
Frente, la Iglesia Católica de ventanales ovalados, absortos, como Mañach, en la memoria agradecida a la que él bautizó como su tacita de plata
.Un poco más abajo, la marmórea expresión del urólogo Joaquín Albarrán, esculpido en medio de los arbustos y que perpetúa con el dedo anular, el afecto imborrable por su terruño natal, respetando la petición de los franceses de ofrecerle la nacionalidad gala por sus aportes científicos en la especialidad.
El hotel Sagua resulta indispensable evocación para los anfitriones, mientras cruzan los coches de hules y correajes, no solo porque aún aflora el romance en sus paredes patrimoniales, sino también porque se disfrutaba de la buena cocina y de otros servicios..
Recuerdo a aquella señora que se sentaba en uno de los bancos del parque, y no llevaba precisamente un cesto de flores como La Violetera, sino que se dedicaba a cotejar pasiones amorosas frente a ese escenario en el que aún nos queda el halo de nostalgia por aquellas jornadas de fiesta y romance en el centro de la Villa.

martes, 15 de junio de 2010

Sagua la Grande y la Primera Guerra Mundial.

La Primera Guerra Mundial (1914-1918) fue un acontecimiento histórico internacional de gran repercusión en la vida económica de Cuba que por su característica monoproductora, monoexportadora y dependiente a las altas y bajas del mercado mundial capitalista sufría con frecuencia la influencia positiva o negativa del exterior. La destrucción de la industria azúcar de remolacha en Europa y la imposibilidad de mercado en aquel continente condicionó la subida vertiginosa de la demanda y de los precios en el mercado mundial, fue por ello que nuestro país se convirtió, a través de Estados Unidos, en el principal abastecedor de azúcar en el mundo.
En el territorio de Sagua la Grande por ser una zona eminentemente azucarera y vinculada directamente a la exportación de azúcar y sus derivados a través del puerto de Isabela, se manifestó con intensidad esta fiebre azucarera con la elevación de los índices productivos, y en el incremento de los volúmenes y valores de exportación durante estos dos años hasta la post-guerra temprana, por lo que se rompe parcial y artificialmente el estancamiento económico productivo que caracterizó a los años anteriores.
Respecto a la producción de azúcar, los dos centrales elevaron considerablemente el volumen de toneladas producidas, desde la zafra 1913-14 a la de 1919-20 el incremento arrojado en ese índice rebasó las 19 000 toneladas, cifra que al compararla con el promedio de tonelaje anual obtenido entre 1902 al 1912 representa un crecimiento del 108%. Pero aún más significativo fue el aumento del monto de valores alcanzados por concepto de exportación, pues el precio del azúcar en el mercado mundial se multiplicó en cuatro veces estos años elevándose el valor de las exportaciones, particularmente por el puerto de Isabela de Sagua.
Otro aspecto significativo de la economía sagüera en estos años fue el papel hegemónico de Estados Unidos en el comercio exterior que obtuvo grandes beneficios con el orden desigual impuesto a nuestro país como intermediario de la venta de azúcar y derivados a terceros países, pues a pesar de que el puerto isabelino se amplió y abrió el comercio hacia otras naciones (Inglaterra y sus colonias en Asia, Africa y el Caribe, Alemania, Francia, Canadá y países latinoamericanos), aproximadamente el 79 % de los valores de exportación reportados en este puerto correspondían a lo vendido a Estados Unidos, además de los ganancias que fueron a parar a ese país por las ventajas de precios y aduanales que disfrutaron, y que las compañías navieras que transportaban estas mercancías eran también norteamericanas.
Este ascenso productivo artificial y temporal condicionado por la situación internacional existente reafirmó la dependencia de la economía cubana al mercado mundial y el aumento de la subordinación a Estados Unidos que como trampolín comercial hacia países europeos obtuvo jugosas ganancias. La fiebre productiva azucarera de estos años no representó transformación tecnológica pues la elevación de la producción y el comercio azucarero se hizo sobre la base del extensivismo económico: más volumen de tierras sembradas de caña , arrobas cortadas, aumentó al tiempo de zafra en más de treinta días, se contrataron mayor número de jornaleros y obreros y se multiplicó el movimiento comercial, este proceso se caracterizó por la intensificación de la explotación a los trabajadores, sobre todo aquellos vinculados a la producción y el comercio azucarero, que no recibieron beneficio alguno, no hubo aumento de la productividad del trabajo y se acentúo el carácter monoproductor y monoexportador de la economía sagüera, abandono aún más otras ramas económicas que quedaron en las ruinas en estos años, Esta anarquía económica tuvo consecuencias negativas, luego de terminada la guerra mundial cuando se recuperó la economía europea, sobre todo la producción y el mercado azucarero, causando el descenso estrepitoso de los precios y la demanda del producto por la situación que sufrió el mercado internacional, efecto que particularmente en Sagua se presento con gran fuerza desde fines del año 1920 hasta 1923, regresando la economía del territorio a un estado de estancamiento y ruina sin precedentes a este período.
El colapso afecto los sectores económicos, situación aprovechada por los monopolios y capitales yanquis para aumentar su control y dominio sobre la economía sagüera; al desatarse la crisis muchos propietarios de empresas, compañías y bancos se arruinaron por no poder pagar los intereses de préstamos perdidos para enfrentar la fiebre azucarera de los años de la guerra mundial y no obtener ganancias al estancarse la producción y el comercio, por ejemplo la empresa exportadora de azúcar “ García y Amézoga” y la “Moré y Ajuria” radicados en Isabela de Sagua quedan en manos de la “Casa Fernández”, a su vez endeudada al capital norteamericano, esta firma comercializadora para no quebrar practicó el comercio de contrabando de bebidas alcohólicas con puertos estadounidenses con lo que pudo amortiguar la crisis ante la competencia del City Bank de New York; particularmente esta transnacional del crédito absorbió en estos años por concepto de deudas , varios centrales de esta región para que creó la General Sugar Company, bajo su control, la cual dirigía cuatro compañías subsidiarias (las de San Cristóbal, Vertientes, Camagüey y Sagua ), cuyas acciones estaban en manos del City Bank.
Igualmente sucedió en la fundición “Alba y González” cuando sus propietarios no pudieron afrontar la crisis quedando la empresa a la deriva por las deudas de sus dueños, siendo adquirida entonces por ciudadano norteamericano James Mcfarlane, representante de la Honolulu Iran Work Company quien compró la propiedad y pagó sus deudas, a partir del año 1920 esta fábrica y el taller de maquinarias “Unión” pasan a ser controlados por este monopolio en la persona de Mcfarlane y respaldada financieramente por capitales ingleses del Royal Bank Of Canadá que poseía una sucursal en esta ciudad.
Prácticamente toda la industria y negocios del territorio cayeron directa o indirectamente en manos de compañías yanquis: la empresa telefónica pasó al dominio de la Cuban Telefhone Company, varios tanques de recepción de mieles, almacenes y muelles ubicados en la Isabela pasaron al control de las empresas Old Times Molasse y del City Bank The New York, la planta eléctrica cayó en poder de la mal llamada Cuban Electric Company; entre otros ejemplos, este proceso continúo durante todo el período neocolonial, pues en los años posteriores la North Américan Trading Company adquiere también tanques mieleros del poblado isabelino y la West Beacon compra la Electroquímica del Caribe construida a mediado de los años treinta.
La destilería “El Infierno” en estos años constituyó una excepción, fue una de las empresas que menos sufrió los embates de la crisis de postguerra y aunque con precios más baratos, el volumen de alcoholes exportados se incrementó en relación con los años de “Vacas Gordas” en 500mil galones aproximadamente, es preciso tener en cuenta que estos productos no sintieron la competencia comercial azucarera que en estos tiempos esta prácticamente congelada.
En el campo sagüero no se manifestó el dominio yanqui por no ser de su interés, no eran precisamente estos, suelos de gran fertilidad y redimiento además las colonias cañeras estaban directamente vinculadas y controladas por los centrales, asimismo, no existían desarrollo el la agricultura no cañera de cultivos importantes. Este proceso de ruina de los colonos se manifestó entre los propios propietarios de tierra, los más débiles fueron asfixiados por los más poderosos.
Con respecto a las masas populares las consecuencias de la crisis fueron intensas; despidos masivos por el cierre de negocios, empresas, fábricas, talleres y otros centros laborales, la reducción del tiempo de zafra y de reparaciones en los centrales lo que trajo consigo el alargamiento del tiempo muerto, también muchos jornaleros y empleados de salarios, la súbita elevación de los precios de los productos de necesidad vital y la crítica situación de abandono d la salud, la educación y otros servicios públicos. Sin duda los efectos más crudos del período de “Vacas Gordas” lo sufrió el pueblo sagüero, la gran masa de trabajadores del campo y la ciudad junto a sus familias. Es por ello que durante los años de la Primera Guerra Mundial y más aún en los de la post- guerra no cesa la actividad del movimiento obrero sagüero contra la explotación persistente así lo provocaron.
Fuente consultada: Investigación de Colectivo de autores sobre la historia de Sagua la Grande realizada en 1989.

miércoles, 9 de junio de 2010

CINE EL ENCANTO. Un recuerdo que se pierde en el tiempo.

Por: Alberto González Rivero.
A un lado del teatro Alcázar -adjunto a la Cremería Coppelia- se hallaba el cine “El Encanto”.
Era una sala cinematográfica al aire libre, su estructura era de madera cuando fue inaugurado en el año l920 y se denominaba Sagua Park.
En aquella época, además de servir para la proyección de películas, era un escenario ideal para la organización de show musicales en vivo.
En el lugar actuaron compañías de zarzuelas o de teatro bufo, entre ellas las de Castany y Llorens, y lo visitó también el Campeón del Mundo de boxeo, Kid Gavilán, quien llegó acompañado de un grupo de baile.
De pequeño nos gustaba ir a las tandas en El Encanto, ávidos de ver filmes de aventuras, entonces nos reclinábamos en las hileras de sillas de madera que le daban un rústico estilo al lugar.
Era de lo más divertido, porque no era una sala oscura. Los filmes silentes que protagonizaba Charles Chaplin y los melodramas mexicanos, de pistoleros y rancheras, cintas españolas y argentinas, eran los espectáculos preferidos.
También era emocionante disfrutar, ya fuera del género que tratara la cinta de turno, de los taquitos que tiraban los fiñes a los espectadores y de las rechiflas a los proyeccionistas cuando se les enredaban las cintas.
En El Encanto vendían caramelos con sabor a menta, y uno se deleitaba masticando la golosina mientras un samurai despachaba a cinco rivales de un sablazo.
No se me olvida que ciertas escenas de guerra originaban un concierto de ronquidos que semejaban un movimiento telúrico en medio de la sala, aunque algunos cañonazos los sacaran de su mirada en tercera dimensión.
El rollo de la historia reproduce el incendio que ocurrió en el ano l950 del siglo anterior, por lo que tuvo que ser totalmente reconstruida, de mampostería, la parte delantera del inmueble.
El Encanto brindó momentos felices a generaciones de sagüeros y su permanencia exaltó la vida cultural en la Villa.
En un lamentable tiro de foco, el cine fue catalogado de viejo por arquitectos y autoridades y, con el fatal decreto, se demolió la instalación y con ello se derrumbaron sueños y se extrañan las secuencias fílmicas y el servicio cultural que prestó a lugareños y visitantes.