martes, 7 de julio de 2015

El cubano que era ya no es, en el momento en que más lo necesita ser.

Los coqueteos economicistas de los últimos años en Cuba se burlan del proyecto social que se le prometió al cubano y para el cual se le pidió sangre,  sudor  y vida, demostrando el menosprecio por el ser humano que debía entregar su alma y su cuerpo sin cuestionar,  sin soñar, sin vivir. Una sociedad de, "TE EDUCO, TE CURO, TE ORDENO Y TE MANDO" . 
No puede hablarse de una planificación económica, cuando a la larga no existe un plan de desarrollo nacional. El discurso se encuentra sustentado pragmáticamente en la fallida intención de la acumulación, estabilización y recuperación de capital, cuando la realidad es que el estado cubano pone sus esperanzas una y otra vez en tretas políticas que cambian su enfoque dependiendo de la postura del país "benefactor", quedando irónicamente como una de las prostituta del burdel global. (ECONOMÍA PROSTITUIDA) 
Muchos con sentido común en la isla se hacen una pregunta entre tantas: ¿Cómo  el PIB del país crece y no se ve reflejado en crecimiento de salario, disminución de costos o aumento de oportunidades para el ser humano? 
El abismo entre el discurso oficial y el pensamiento social crece. La diferencia entre el cubano real y el cubano que el gobierno le vende al mundo se hace cada vez más irreconciliable. El estado se mantiene a flote mientras en pueblo se mantiene bajo el agua, ahogado, con pocas oportunidades de respirar.
La tradiciones culturales cubanas que trascendían desde lo humano hasta lo económico, forjadas durante más de 400 años, se han convertido en pura pacotilla turística y el cubano que era ya no es, en el momento en que más lo necesita ser.
No resulta un secreto para nadie que Cuba se encuentra marcada por patrones culturales occidentales y las reglas económicas que los rigen, perfeccionadas durante siglos de evolución, pero hace más de 50 años el gobierno de la isla las ha ignorado y hasta excomulgado, y ahora de golpe se las impone a un pueblo que no está preparado para ellas. La limitada visión de futuro brota de un conflicto intergeneracional pronunciado.
Es absurdo evolucionar cuando sólo se tiene sobre la mesa un único modelo de desarrollo: EL DE MANTENER UN GOBIERNO Y UTILIZAR A UN PUEBLO. Vivir en sociedad es un proceso lleno de contradicciones y complejidades, mucho más, cuando se vive en una sociedad en "transición sostenida", en “improvisación constante”, que permanece probando estrategias  sobre la marcha carentes de métodos fundamentados y necesitadas de una perspectiva desarrolladora y emancipadora.
Avanzar no puede significar borrar un pasado y comenzar a ensayar, ensayar y ensayar una y otra vez con un presente risiblemente innovador y lleno de buenas voluntades. De buenas voluntades está hecho el mundo y se está cayendo a pedazos, como aquellas casas que en los años noventa se hicieron de bajo costo por cubanos ingenuos que necesitaban donde vivir. 
No es posible solidificar la economía, hacerla eficiente y eficaz, si quienes dirigen el estado cubano no son capaces de permitir (de forma real y no teórica) el crecimiento de hombres y mujeres empoderados, emancipados, participativos, comprometidos, liberados de todo signo de apatía y enajenación.
Un pasado contradictorio  desvirtúa a un presente lleno de contradicciones, y no porque el pasado aflore como fantasma cargado de las imperfecciones sociales de la seudorepública, sino que se encarga abrumadoramente de mostrar esos descalabros del proyecto socioeconómico actual de Cuba, que dista mucho de mostrar la perfección prometida.
Se habla de cambios, se enumeran cambios, se festeja con aparentes y bien comedidos cambios, pero, sólo un cambio radical, superador y crítico puede romper con anquilosados esquemas que se reproducen una y otra vez con intentos de actualizar. Muy lejos está el pueblo cubano de superar el aletargado estado de crisis en que se encuentra desde que decidió apoyar un mutante sueño social de unos pocos, si las estrategias económicas gubernamentales se sustentan en seducción y coqueteo internacional, en lugar de hacerlo en el impulso interno de una industria privada de bienes y servicios que fortalezca al país y al ser humano desde adentro.

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