domingo, 10 de febrero de 2013

“Una ciudad es una mujer caprichosa"

“Una  ciudad es una mujer caprichosa, requiere tiempo para dejarse seducir y mostrarse completamente” y seducido quedé a leer estas palabras de Paulo Coelho y muchas historias que me mantuvieron abstraído algunas horas mientras releía uno de sus textos. ¿Acaso no es mi ciudad esa mujer caprichosa de la que habla el autor? Una mujer madura, golpeada por los años, pero interesante por su experiencia acumulada, cálida con sus hijos, tanto los que están como aquellos que sólo regresan una vez al año, tanto para aquellos que la respetan y la aman, como aquellos que le dan la espalda y la lastiman una y otra vez.
Una mujer madura, caprichosa, pero madre abnegada, mujer que en silencio impasible ve como triunfan o se descalabran sus retoños. Quien la visita necesita sentarse en sus parques, no sólo en la Libertad, sentarse en la Independencia, en el Pelón, o incluso en los más pequeños y resguardados por el trenzado  de sus grandes arterias y aquellas más pequeñas y olvidadas. Quien la visita necesita  recorrer sus barrios, esos de mala fama y de gente tan humilde y respetada, esos que fueron olvidados por la mano de Dios y de los hombres, sobre todo de los hombres que se quedaron en el centro, con la mirada en el centro, las ruedas en el centro y los pies sobre las ruedas.  Para seducirla, el que llega debe entrar a sus iglesias, no a una ni a otra, sino a todas, debe comprar en sus exiguos mercados, recorrer su vetusta terminal, acercarse a las aguas de su río y sobre todo, hablar con sus hijos, ellos, mejor que nadie son capaces de hablar de ella. Unos lo harán con desdén, otros con orgullo, unos con triste añoranza por sus años mozos y otros con el placer de cálido abrigo. Como dice Coelho: “déjate perder por las calles, camina por las callejuelas, sentir la libertad de estar buscando algo que no sabes qué es, pero que, con seguridad, encontrarás y cambiará tu vida”.

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