Por: Yoel Rivero Marín.
Por estos días, mientras releía algunos textos que considero imprescindibles dentro de mi colección, tuve en mi mesa nuevamente el ejemplar “¿Y si fuera una huella?”, epistolario del renombrado cineasta cubano Alfredo Guevara. Este libro llegó a mí el 15 de Julio de año 2009 de las manos del mismísimo Guevara, mientras jóvenes artistas cubanos nos reuníamos con él para compartir algunas de sus memorias sobre la historia del cine cubano y latinoamericano, y de forma general para compartir importantes pasajes de la historia de Cuba, que han estado ligados indisolublemente al arte en todas sus manifestaciones. Mientras me dedicaba el epistolario pregunté su criterio sobre el papel de los nuevos realizadores audiovisuales de nuestra isla y con el bullicio de la sala que no permitía hablar más de un minuto con tranquilidad fue breve en su respuesta: “Lo contemporáneo no puede ser ignorado por la entrega de lo cotidiano”. Desde entonces la comprensión de ese consejo se incorporó a mi labor, pero en este empeño crecieron mis cuestionamientos a los medios que he dedicado mi vida, en primer lugar a la Radio y posteriormente a la Televisión.
Los medios comunitarios son pura ficción.
La radiodifusión comunitaria debería estar expresamente reconocida en la ley como una forma diferenciada de medios de comunicación, beneficiada por procedimientos equitativos y sencillos para su verdadero desarrollo y evolución dentro de la comunidad. Las radios y televisoras comunitarias son actores locales que tienen una finalidad social y deben caracterizarse por ser gestionadas por organizaciones fundamentalmente municipales. Su característica primordial es la participación de la comunidad tanto en las condiciones físicas y materiales del medio, como en la programación, administración, operación, financiamiento y evaluación. En Cuba no se trata de medios independientes y no gubernamentales, sino de medios asesorados y orientados política, técnica y profesionalmente por entidades superiores. Pero para llegar a ser comunitarios, por mi propia experiencia de más de 15 años en la emisora CMES “Radio Sagua”, y más de 5 en la televisora municipal de “Sagua Visión”, aún faltan muchos aspectos estructurales, organizativos y conceptuales, que en su ausencia, solo permiten que nuestros medios se desgasten en la cotidianeidad del territorio, sin dejar realmente una herencia identitaria para su comunidad.
La radio no es arte ni para las escuelas ni para los críticos de arte en Cuba.
Nunca olvidaré cuando una afamada escritora para Cine y profesora del Instituto Superior de Arte menospreciaba a la Radio con increíble desfachatez, alegando que en su condición de medio de comunicación solo era eso y no arte real. No estoy seguro si ese menosprecio lo ganamos los realizadores radiales en el ejercicio continuo de la mediocridad, o el propio sistema de la Radio nos dotó de ese traje hecho a la medida que nos ponen los llamados “críticos de arte”, que ya ni se molestan en reprochar al medio, pues les resulta más sencillo ignorarlo. La realidad muestra problemas ya conocidos por nuestra historia radiofónica. A continuación reproduciré algunos fragmentos del libro “La Radio en Cuba” de Oscar Luís López:
“ Indudablemente que en la etapa monopolista se crean métodos eficientes de trabajo: Horarios fijos, contratos de trabajo, sueldos elevados, programación balanceada y labores especializadas. Pero pronto se manifiestan algunos síntomas negativos:
1- Se da preferencia a la superación técnica. Mientras se aumentan los conocimientos de electrónica y los recursos de equipos, se subestima el desarrollo del cuadro artístico. No se crean centros de Arte Radial.
2- … Se infiltra un complejo de inferioridad que tiende a considerar lo latino como algo inferior, y busca la perfección en hacerlo todo como lo hacen en los EE.UU.
3- Los artistas, sometidos a intensa competencia individual, tratan de superarse. Pero, alejados ya de los viejos maestros de la escena, y faltos de un método y un centro orientador del arte radial, recurren a la improvisación y al autodidactismo. El resultado es un caos de tendencias, estilos y formas de actuar, en medio del cual no se fijan patrones de calidad. Una misma figura tiene momentos de genial actuación, seguidos de errores elementales y hábitos viciados.”
Lo mencionado refleja la radio cubana de los años 40 y 50 del pasado siglo. Según el propio Oscar Luís, para el monopolio radial de esa época, los artistas, locutores y directores eran simples marionetas, que se manejaban desde arriba por unos hilos invisibles. Cuando me siento a ver el problema de esta radio, que defiendo y defenderé vehementemente, me siento dentro de una paradoja casi risible, 60 años después encuentro en esta radio que hago hoy los mismos problemas de base. ¿No hemos aprendido nada en 6 décadas?
Por estos días escucho el tema de aumentar a la programación en Vivo en estos medios, por cuestiones únicamente económicas. Inevitablemente recurro a Oscar Luís López nuevamente, cuando hacía referencia a las emisoras que no eran patrocinadas por nadie antes de 1959 y que por lógica no podían suspender las transmisiones. Entonces acudían a lo que ellos llamaban “programas de sostenimiento”, donde prácticamente gratis, el riesgo y el esfuerzo lo realizaban los artistas; esos “artistas” que no son considerados “artistas” para los grandes críticos de los “artistas” en Cuba, y para ellos, aclaro, la reiteración en este texto es intencionada. Me preocupa la Radio de mi ciudad, en la que he crecido, llena de Revistas variadas, de sacos y sacos voces y sonidos organizados repitiéndose una y otra vez. Espero que el futuro cercano no se convierta en “programas de sostenimiento”.
La radio es arte y la hacen verdaderos artistas, aún cuando en ella “floten” los típicos mediocres de mente y de profesión que también se mantienen navegando en otras manifestaciones. Por considerarme artista y por ese empeño de hacer dentro de la cotidianeidad lo contemporáneo, defiendo el medio radial como arte que llegará por siempre a los más increíbles rincones donde existan seres humanos, y por tanto ha de evolucionar a su mismo ritmo y responder a sus necesidades.
La Televisión Comunitaria una utopía que nació confusa y aún no está clara.
El concepto de televisión comunitaria se entiende en este trabajo como el medio de comunicación en el que existe una relación dialógica, un intercambio real, efectivo y equitativo entre los que intervienen en el proceso de la comunicación: de ser emisores y receptores se pasa a interlocutores; la comunidad tiene el derecho de participar en todo el proceso de producción; y se producen programas con contenidos locales y muy comprometidos con temas sociales, educativos y culturales.
Teóricamente así debe funcionar el sistema de televisión comunitaria que hemos creado, pero en el proceso, la realidad se pierde, y la intensión está determinada por un cúmulo de intereses externos que tergiversan las intensiones primigenias.
Cuando los realizadores de estos medios lanzan sus mentes en la búsqueda de fórmulas que sean congruentes con las intensiones comunitarias del telecentro municipal, deben tener en cuenta que el horario en que llegan a su población tal vez no sea en el que ella tenga el interés de verlos, deben tener en cuenta que los problemas puntuales de su comunidad tal vez sean temas prohibitivos en la política de programación nacional, y aún cuando su población del lugar esté preparada para asimilarlos, no tienen la alternativa real de abordarlos. También deban tener en cuenta que los programas diseñados en su programación, no sean los que realmente necesita y espera el público para el que trabajan.
Un tema aparte es, sin dudas, el talento, la innovación, la creatividad de los realizadores. Lograr que la cotidianeidad genere programas televisivos que adquieran la categoría de contemporáneos por trascender más allá de sus fronteras y de su tiempo, es tarea inconclusa para los que tenemos la responsabilidad de hacer la televisión comunitaria.
En el caso de Sagua la Grande y su telecentro municipal, siento que tenemos dos grandes ventajas para lograr que lo cotidiano trascienda lo contemporáneo y que este empeño se torne cotidiano:
1- Sobre la televisión comunitaria en el sistema social y político cubano existe muy poco escrito y nos toca comenzar a sentar esas bases teóricas.
2- El capital humano es joven y se encuentra motivado, calificado y en condiciones óptimas para permitir modelar su trabajo, en el empeño de que el telecentro municipal evolucione a un telecentro comunitario.
Hoy el “artista” de los medios ya no baila al compás de un comercial, sus hilos simplemente se mueven al ritmo de la cotidianeidad aplastante. Aquel consejo de Guevara, que en menos de un minutos me hizo repensar mis caminos en la radio y la televisión de mi ciudad, continuará sobre mi mesa de trabajo, aun cuando su epistolario regrese al estante donde un día se haga notar nuevamente, para procurarme una vez más su sabia original y darme cuenta si mis destinos fueron los correctos en la búsqueda de la contemporaneidad.
Por estos días, mientras releía algunos textos que considero imprescindibles dentro de mi colección, tuve en mi mesa nuevamente el ejemplar “¿Y si fuera una huella?”, epistolario del renombrado cineasta cubano Alfredo Guevara. Este libro llegó a mí el 15 de Julio de año 2009 de las manos del mismísimo Guevara, mientras jóvenes artistas cubanos nos reuníamos con él para compartir algunas de sus memorias sobre la historia del cine cubano y latinoamericano, y de forma general para compartir importantes pasajes de la historia de Cuba, que han estado ligados indisolublemente al arte en todas sus manifestaciones. Mientras me dedicaba el epistolario pregunté su criterio sobre el papel de los nuevos realizadores audiovisuales de nuestra isla y con el bullicio de la sala que no permitía hablar más de un minuto con tranquilidad fue breve en su respuesta: “Lo contemporáneo no puede ser ignorado por la entrega de lo cotidiano”. Desde entonces la comprensión de ese consejo se incorporó a mi labor, pero en este empeño crecieron mis cuestionamientos a los medios que he dedicado mi vida, en primer lugar a la Radio y posteriormente a la Televisión.
Los medios comunitarios son pura ficción.
La radiodifusión comunitaria debería estar expresamente reconocida en la ley como una forma diferenciada de medios de comunicación, beneficiada por procedimientos equitativos y sencillos para su verdadero desarrollo y evolución dentro de la comunidad. Las radios y televisoras comunitarias son actores locales que tienen una finalidad social y deben caracterizarse por ser gestionadas por organizaciones fundamentalmente municipales. Su característica primordial es la participación de la comunidad tanto en las condiciones físicas y materiales del medio, como en la programación, administración, operación, financiamiento y evaluación. En Cuba no se trata de medios independientes y no gubernamentales, sino de medios asesorados y orientados política, técnica y profesionalmente por entidades superiores. Pero para llegar a ser comunitarios, por mi propia experiencia de más de 15 años en la emisora CMES “Radio Sagua”, y más de 5 en la televisora municipal de “Sagua Visión”, aún faltan muchos aspectos estructurales, organizativos y conceptuales, que en su ausencia, solo permiten que nuestros medios se desgasten en la cotidianeidad del territorio, sin dejar realmente una herencia identitaria para su comunidad.
La radio no es arte ni para las escuelas ni para los críticos de arte en Cuba.
Nunca olvidaré cuando una afamada escritora para Cine y profesora del Instituto Superior de Arte menospreciaba a la Radio con increíble desfachatez, alegando que en su condición de medio de comunicación solo era eso y no arte real. No estoy seguro si ese menosprecio lo ganamos los realizadores radiales en el ejercicio continuo de la mediocridad, o el propio sistema de la Radio nos dotó de ese traje hecho a la medida que nos ponen los llamados “críticos de arte”, que ya ni se molestan en reprochar al medio, pues les resulta más sencillo ignorarlo. La realidad muestra problemas ya conocidos por nuestra historia radiofónica. A continuación reproduciré algunos fragmentos del libro “La Radio en Cuba” de Oscar Luís López:
“ Indudablemente que en la etapa monopolista se crean métodos eficientes de trabajo: Horarios fijos, contratos de trabajo, sueldos elevados, programación balanceada y labores especializadas. Pero pronto se manifiestan algunos síntomas negativos:
1- Se da preferencia a la superación técnica. Mientras se aumentan los conocimientos de electrónica y los recursos de equipos, se subestima el desarrollo del cuadro artístico. No se crean centros de Arte Radial.
2- … Se infiltra un complejo de inferioridad que tiende a considerar lo latino como algo inferior, y busca la perfección en hacerlo todo como lo hacen en los EE.UU.
3- Los artistas, sometidos a intensa competencia individual, tratan de superarse. Pero, alejados ya de los viejos maestros de la escena, y faltos de un método y un centro orientador del arte radial, recurren a la improvisación y al autodidactismo. El resultado es un caos de tendencias, estilos y formas de actuar, en medio del cual no se fijan patrones de calidad. Una misma figura tiene momentos de genial actuación, seguidos de errores elementales y hábitos viciados.”
Lo mencionado refleja la radio cubana de los años 40 y 50 del pasado siglo. Según el propio Oscar Luís, para el monopolio radial de esa época, los artistas, locutores y directores eran simples marionetas, que se manejaban desde arriba por unos hilos invisibles. Cuando me siento a ver el problema de esta radio, que defiendo y defenderé vehementemente, me siento dentro de una paradoja casi risible, 60 años después encuentro en esta radio que hago hoy los mismos problemas de base. ¿No hemos aprendido nada en 6 décadas?
Por estos días escucho el tema de aumentar a la programación en Vivo en estos medios, por cuestiones únicamente económicas. Inevitablemente recurro a Oscar Luís López nuevamente, cuando hacía referencia a las emisoras que no eran patrocinadas por nadie antes de 1959 y que por lógica no podían suspender las transmisiones. Entonces acudían a lo que ellos llamaban “programas de sostenimiento”, donde prácticamente gratis, el riesgo y el esfuerzo lo realizaban los artistas; esos “artistas” que no son considerados “artistas” para los grandes críticos de los “artistas” en Cuba, y para ellos, aclaro, la reiteración en este texto es intencionada. Me preocupa la Radio de mi ciudad, en la que he crecido, llena de Revistas variadas, de sacos y sacos voces y sonidos organizados repitiéndose una y otra vez. Espero que el futuro cercano no se convierta en “programas de sostenimiento”.
La radio es arte y la hacen verdaderos artistas, aún cuando en ella “floten” los típicos mediocres de mente y de profesión que también se mantienen navegando en otras manifestaciones. Por considerarme artista y por ese empeño de hacer dentro de la cotidianeidad lo contemporáneo, defiendo el medio radial como arte que llegará por siempre a los más increíbles rincones donde existan seres humanos, y por tanto ha de evolucionar a su mismo ritmo y responder a sus necesidades.
La Televisión Comunitaria una utopía que nació confusa y aún no está clara.
El concepto de televisión comunitaria se entiende en este trabajo como el medio de comunicación en el que existe una relación dialógica, un intercambio real, efectivo y equitativo entre los que intervienen en el proceso de la comunicación: de ser emisores y receptores se pasa a interlocutores; la comunidad tiene el derecho de participar en todo el proceso de producción; y se producen programas con contenidos locales y muy comprometidos con temas sociales, educativos y culturales.
Teóricamente así debe funcionar el sistema de televisión comunitaria que hemos creado, pero en el proceso, la realidad se pierde, y la intensión está determinada por un cúmulo de intereses externos que tergiversan las intensiones primigenias.
Cuando los realizadores de estos medios lanzan sus mentes en la búsqueda de fórmulas que sean congruentes con las intensiones comunitarias del telecentro municipal, deben tener en cuenta que el horario en que llegan a su población tal vez no sea en el que ella tenga el interés de verlos, deben tener en cuenta que los problemas puntuales de su comunidad tal vez sean temas prohibitivos en la política de programación nacional, y aún cuando su población del lugar esté preparada para asimilarlos, no tienen la alternativa real de abordarlos. También deban tener en cuenta que los programas diseñados en su programación, no sean los que realmente necesita y espera el público para el que trabajan.
Un tema aparte es, sin dudas, el talento, la innovación, la creatividad de los realizadores. Lograr que la cotidianeidad genere programas televisivos que adquieran la categoría de contemporáneos por trascender más allá de sus fronteras y de su tiempo, es tarea inconclusa para los que tenemos la responsabilidad de hacer la televisión comunitaria.
En el caso de Sagua la Grande y su telecentro municipal, siento que tenemos dos grandes ventajas para lograr que lo cotidiano trascienda lo contemporáneo y que este empeño se torne cotidiano:
1- Sobre la televisión comunitaria en el sistema social y político cubano existe muy poco escrito y nos toca comenzar a sentar esas bases teóricas.
2- El capital humano es joven y se encuentra motivado, calificado y en condiciones óptimas para permitir modelar su trabajo, en el empeño de que el telecentro municipal evolucione a un telecentro comunitario.
Hoy el “artista” de los medios ya no baila al compás de un comercial, sus hilos simplemente se mueven al ritmo de la cotidianeidad aplastante. Aquel consejo de Guevara, que en menos de un minutos me hizo repensar mis caminos en la radio y la televisión de mi ciudad, continuará sobre mi mesa de trabajo, aun cuando su epistolario regrese al estante donde un día se haga notar nuevamente, para procurarme una vez más su sabia original y darme cuenta si mis destinos fueron los correctos en la búsqueda de la contemporaneidad.
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