lunes, 1 de junio de 2009

Día mundial de la Infancia. Un día para mi hija.

Por: Yoel Rivero Marín.
Siempre me opondré a celebrar solo un día para las madres, sólo un día para los padres, sólo un día para los niños. Todos los seres humanos tenemos la vida para celebrar y hemos de bendecir cada día como si fuera el mejor que nos pudieran dedicar. Pero aún así estoy conciente que si no se les señala un día universal a esas personas especiales, en muchos lugares del mundo no se les rendiría tributo ni tan siquiera ese día. Por tal motivo siempre me sumaré a la festividad, hoy y todos los días de mi vida. Levantarme temprano, despertar a mi hija con un beso y nuestro acostumbrado retozo matutino creo que puede ser la mejor manera de comenzar este Día Internacional de la Infancia. Su mundo siempre tendrá todos los derechos posibles e imposibles, es mi razón de ser, así como ha de ser la razón de ser de cada ser humano de este planeta que parece olvidar ese fin elemental: que es garantizar su relevo en este mundo, poblar cada rincón con los mejores sentimientos, con las mejores oportunidades, con mejores seres de lo que hemos sido nosotros.
Después de todo el ritual matutino, ya lista, mi niña y yo emprendemos el camino del día a día, la llevo a su escuela y mientras andamos, hablamos de los más diversos temas, y para ser sincero, con 7 años me sorprende, pues a veces saca conversaciones que ni soñando yo las pensaba con esa edad. Respondo a sus preguntas y trato de dejar en sus manos un nuevo reto para que no sea nunca un día perdido. Sé que al terminar sus clases retomaremos muchas de las dudas que quedaron pendientes, me llenará con los cuentos de todo aquello que hizo en el día, con los niños que jugó y con los que no porque fueron pesados. Solo aquella persona que vive este regalo día a día sabe cuánto significa dedicar un día a la infancia, tenerla protegida, lejos de todo mal, preparándola, educándola, permitiendo que sea feliz, no ingenua, pero feliz, conciente de lo bueno y lo malo de este mundo, pero feliz. Porque así será capaz de abrigar la bondad en sus pasos toda la vida.
Pero le aseguro a todo aquel que sigue estas líneas que este día me hizo pensar mucho más en la niñez porque con muchos pequeños compartí las primeras horas de mi mañana y para describir ese encuentro no quisiera utilizar palabras, siempre defenderé el precepto de que una imagen vale más que mil palabras. Solo decir que esta experiencia la viví en el Círculo Infantil “Osito de Peluche” de Sagua la Grande, un lugar que estoy seguro no han conocido nunca aquellos que ignoran la infinidad de derechos que en mi tierra tienen las nuevas generaciones.

1 comentario:

Antonio Torres Rodríguez dijo...

Saludos, buena gente de Sagua la Grande. Como veis no os olvido. También comparto tu razonamiento Yoel, creo que no deberían de existir los días de recordatorios, eso sería razón de que no nos olvidamos y que no necesitamos recordar que todos tenemos el derecho al reconocimiento y a la aportación. Salud, amigos.