Por: Alberto González Rivero.
…el perdón es bello. (J. Martí)
El historiador Tomás Aguilera Hernández, Manino, sagüero de pura cepa, le escribe una carta al conductor de Tanda del Domingo, porque en una entrevista que concediera a Radio Habana Cuba Rodríguez Alemán no declaró su procedencia natal.
Como tuve acceso a su papelería, Manino me mostró la respuesta del reconocido crítico de cine y especialista en teatro; carta que se convierte en un documento imprescindible de la historiografía de esta localidad, pues en ella expresa.
«Cómo olvidar, Manino , que tu me diste la mano para iniciarme en el periodismo y que gracias a dos o tres años de trabajos publicados en Mensaje y las gestiones de tu parte, se me concedió el título de periodista de la escuela Márquez Sterling, en La Habana». Mas adelante el intelectual subrayó: «cómo me puedo olvidar cuando nos sentábamos a hablar sobre poesía con antiguos y jóvenes amigos en los bancos del parque La Libertad, escuchando el repique de las campanas de la Iglesia Católica y disfrutando del vuelo de las palomas».
Manino leía el documento deslumbrado por la fidelidad de quién le recordó: “que sí iré a Sagua, como Federico García Lorca así lo hizo, pero no en un coche de agua negras, sino remontando el largo río que divide en dos a la ciudad”.
En otra parte de la epístola, Mario le promete al amigo que: “iré a Sagua una vez más, para llegar a lo que más quise, al humilde hogar de mi padre y mi maestro, de mi madre, que sembró pureza en la vida, como aquellas azucenas del patio de la casa nativa, en Maceo, número 17”.
La evocación al terruño era una luz permanente en la existencia de Mario Rodríguez Alemán, aquel señor de verbo esclarecido que viajó con el rollo de la historia a través de la magia del celuloide en las tardes de Tanda del Domingo.
El crítico de cine se despide de Manino acotando: “te prometo aparecerme en cuanto pueda por ahí. Para volverme a ti, figura histórica de Sagua, y reunirnos en algún lugar, hablar hasta que se me agote la respiración, contestar cuántas preguntas me hagan y, además, tener el placer de oírte, porque tú eres el maestro de las anécdotas y las improvisaciones”.
…el perdón es bello. (J. Martí)
El historiador Tomás Aguilera Hernández, Manino, sagüero de pura cepa, le escribe una carta al conductor de Tanda del Domingo, porque en una entrevista que concediera a Radio Habana Cuba Rodríguez Alemán no declaró su procedencia natal.
Como tuve acceso a su papelería, Manino me mostró la respuesta del reconocido crítico de cine y especialista en teatro; carta que se convierte en un documento imprescindible de la historiografía de esta localidad, pues en ella expresa.
«Cómo olvidar, Manino , que tu me diste la mano para iniciarme en el periodismo y que gracias a dos o tres años de trabajos publicados en Mensaje y las gestiones de tu parte, se me concedió el título de periodista de la escuela Márquez Sterling, en La Habana». Mas adelante el intelectual subrayó: «cómo me puedo olvidar cuando nos sentábamos a hablar sobre poesía con antiguos y jóvenes amigos en los bancos del parque La Libertad, escuchando el repique de las campanas de la Iglesia Católica y disfrutando del vuelo de las palomas».
Manino leía el documento deslumbrado por la fidelidad de quién le recordó: “que sí iré a Sagua, como Federico García Lorca así lo hizo, pero no en un coche de agua negras, sino remontando el largo río que divide en dos a la ciudad”.
En otra parte de la epístola, Mario le promete al amigo que: “iré a Sagua una vez más, para llegar a lo que más quise, al humilde hogar de mi padre y mi maestro, de mi madre, que sembró pureza en la vida, como aquellas azucenas del patio de la casa nativa, en Maceo, número 17”.
La evocación al terruño era una luz permanente en la existencia de Mario Rodríguez Alemán, aquel señor de verbo esclarecido que viajó con el rollo de la historia a través de la magia del celuloide en las tardes de Tanda del Domingo.
El crítico de cine se despide de Manino acotando: “te prometo aparecerme en cuanto pueda por ahí. Para volverme a ti, figura histórica de Sagua, y reunirnos en algún lugar, hablar hasta que se me agote la respiración, contestar cuántas preguntas me hagan y, además, tener el placer de oírte, porque tú eres el maestro de las anécdotas y las improvisaciones”.
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