jueves, 3 de febrero de 2011

Mi herencia.

Por: Yoel Rivero Marín.
Él estuvo aquí, en la tierra, en la humilde tierra que pisan mis pies, esta tierra que él mismo movió, apisonó y fabricó sobre ella. Esta tierra que hace 10 años le devuelve el favor.Justificar a ambos ladosMe dio un apellido satanizado por algunos y venerado por otros.
Me dio la verdad por sobre todas las cosas y hoy no entiendo porqué no se la puedo decir a todo el que la necesita, la ignora o la esconde.
Me dio una revolución perfecta y tuve que crecer en ella descubriendo que en la vida nada es perfecto.
Me enseñó a ser cuestionador, pero no quería que yo cuestionara.
Crecí viéndolo sacrificarse, entregarse, inmolarse, darse siempre a una causa mayor, me hice hombre viéndolo olvidado, desgastado, luchando cada día su pequeña causa menor.
Me enseñó a caminar y al final me dejó solo en el camino, cuando aún necesitaba algunas lecciones vitales para comprender quien soy en pasado, presente y futuro.
Puso en mis manos un lápiz, un martillo y una oz, con ellos me cultivé, hice mi casa, la reparé una y otra vez y cuando lo necesité, me fui para el campo y segué ese arroz que necesitó mi familia.
No fue una personalidad, solo de una persona, no fue nadie que moviera masas o dejara huella en un pueblo, solo un mecánico, un hombre común.
No vio nacer a mis hijos, no los vio crecer, pero en su educación está cada palabra suya.
Soy como era él, pero completamente diferente.
Cumplió las órdenes al pie de la letra, hoy yo las discuto.
Me hizo venerar a la familia, aunque alguna vez se alejó. Cursos, movilizaciones, desilusiones.
Nunca nada me faltó, alimentó mis dudas, provocó mis preguntas, me dio risa y me dio llanto, me dio la libertad de escoger, de decidir y de vivir.
Fue severo, pero indulgente, callado, pero decía las palabras que necesité siempre.
Me enseñó a no creer en nada que no fuera real, tangible y hoy quiero creer que me está ayudando donde quiera que esté.
Siempre me ocultó los problemas, crecí pensando que la vida era más sencilla, que se discutía menos, que todo lo necesario estaba al alcance de la mano. Viví alejado de las mediocridades humanas, de los perjuicios, de los sinsabores, de los dobleces. Me mantuvo en el idealismo seguro de no saber que en el mundo real somos caníbales y que si no aprendo a comer, me comen.
Me enseñó de la valentía al enfrentar enemigos, pero no imaginó que cuando creciera yo iba a necesitar todo un postgrado en valor para decir una sola palabra, exactamente la palabra y más valor aún para callarla.
Dejó en mis manos herramientas, me enseñó a usarlas, todas útiles construir mi hogar, para mantenerlo en pie, pero olvidó algunas que necesitaba para mantenerlo unido, esas las estoy inventando sobre la marcha.
Me dejó un paraguas para evitar la tormenta, una hermana y un hermano para compartir sus cuentos, esos que yo no supe por ser tan ingenuo.
Me dejó una herencia comprometida, una casa con inquilino y el orgullo de ser su hijo.

A Ramón Rivero Chávez
(11-01-1936) - (11-01-2001)
Técnico en Maquinaria, padre de tres hijos, miliciano, militante. Laboró en el Hotel Sagua, La Pizzería “Porto Fino”, la Granja Sagua, etc.…

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