Por: Alberto González Rivero.
Para los adoradores de Baco, el antológico bar “El Pirulí”, situado entre calles de nombres ilustres como Padre Varela y Colón, en La Villa del Undoso, es símbolo de la gastronomía local, y es tan conocido por los sagüeros como el famoso Floridita de la capital cubana. Muchos siguen pensando que el simpático mote de la cantina tenga que ver con algún beodo o habitual parroquiano que vendiera o pregonara la confitura en la puerta del establecimiento. A este sitio anodino no acudió nunca Ernest Hemingway, ni siquiera Lam, u otro bohemio menos célebre, pero han libado bebedores pasivos y consuetudinarios que igualmente han dado sus notas al concurrido bar.
Si usted ha leído las vivencias cubanas de Hemingway en El Floridita, sabrá que las farándulas del escritor sí han sido publicadas en todas partes. Pero del pobre Cheo, como no tenía biógrafo, se comentaba que se emborrachaba y salía para la calle, tambaleándose, diciendo consignas victoriosas como Patria y Libertad o gritando que él era el hombre perfecto.
Era el personaje más ocurrente de El Pirulí: flaco, desgarbado. Solía llevar un tabaco de producción casera entre sus dedos, pero no fue notable ni se lió a tiros con los tigres en las selvas africanas, ni los escribas tenían por quien doblar las campanas, pues no repica el testamento histórico si no es para redoblar el alter ego de los grandes.
Cheo se emborrachaba, es cierto; pero recorrió calles, callejuelas y recovecos de Sagua la Grande, con su voz de tribuno apasionado, sin buscar liderazgo o remuneración por la oratoria. Quizás sólo libaba el deseo de que se le escuchara.
. El Floridita se regocijaba con la presencia de honor de Hemingway en sus días de copas y asueto. El Pirulí tuvo el privilegio de su Cheo, que se marchó de la vida como quiso, brindándonos sensibles líneas de afecto y amistad, tambaleándose de un lado al otro, embebido en escenario de patrias y libertades o alucinando en el hombre perfecto que creía ser.
Para los adoradores de Baco, el antológico bar “El Pirulí”, situado entre calles de nombres ilustres como Padre Varela y Colón, en La Villa del Undoso, es símbolo de la gastronomía local, y es tan conocido por los sagüeros como el famoso Floridita de la capital cubana. Muchos siguen pensando que el simpático mote de la cantina tenga que ver con algún beodo o habitual parroquiano que vendiera o pregonara la confitura en la puerta del establecimiento. A este sitio anodino no acudió nunca Ernest Hemingway, ni siquiera Lam, u otro bohemio menos célebre, pero han libado bebedores pasivos y consuetudinarios que igualmente han dado sus notas al concurrido bar.
Si usted ha leído las vivencias cubanas de Hemingway en El Floridita, sabrá que las farándulas del escritor sí han sido publicadas en todas partes. Pero del pobre Cheo, como no tenía biógrafo, se comentaba que se emborrachaba y salía para la calle, tambaleándose, diciendo consignas victoriosas como Patria y Libertad o gritando que él era el hombre perfecto.
Era el personaje más ocurrente de El Pirulí: flaco, desgarbado. Solía llevar un tabaco de producción casera entre sus dedos, pero no fue notable ni se lió a tiros con los tigres en las selvas africanas, ni los escribas tenían por quien doblar las campanas, pues no repica el testamento histórico si no es para redoblar el alter ego de los grandes.
Cheo se emborrachaba, es cierto; pero recorrió calles, callejuelas y recovecos de Sagua la Grande, con su voz de tribuno apasionado, sin buscar liderazgo o remuneración por la oratoria. Quizás sólo libaba el deseo de que se le escuchara.
. El Floridita se regocijaba con la presencia de honor de Hemingway en sus días de copas y asueto. El Pirulí tuvo el privilegio de su Cheo, que se marchó de la vida como quiso, brindándonos sensibles líneas de afecto y amistad, tambaleándose de un lado al otro, embebido en escenario de patrias y libertades o alucinando en el hombre perfecto que creía ser.
No hay comentarios:
Publicar un comentario