domingo, 17 de junio de 2012

Aures habent et non audient

Había una vez un árbol que por necio no volvió a ver el sol. Lo escuchaba todo y  permitió que su madera fuera grabada. Era de madera dura, de madera firme, pero era sencillamente un árbol, un árbol en el centro de una aldea, una aldea con una lista en el árbol y con nubes que cambiaban de color. Un árbol con la nube más oscura encima de su lista, lista de aldeanos que han notado el cambio de tiempo. Había una vez un árbol, una aldea, una lista, una nube y muchos aldeanos, todos vivieron felices para siempre.

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