Fue en la tarde del viernes 17 de abril cuando desde la nave vi tierra dominicana, allí llegué para participar en el III Congreso Música Identidad y Cultura Caribeña respondiendo a una invitación del Instituto de Estudios Caribeños, el Centro León y la Secretaría de Estado de Cultura de la República Dominicana. Todo el trayecto, de sur a norte en la convulsa carretera que me llevaría a la ciudad de Santiago de los Caballeros lo hice en un bus admirando las bellezas de esta isla y formulándome crecientes expectativas sobre este evento dedicado a uno de los géneros más acogidos en la comunidad hispano hablente, por sus textos, temática, melodía y temperamento latino que nos regala: el bolero.
Mi ponencia al foro era interesante: “Antonio Machín y el bolero”, en ella argumento la aportación del moreno saguero, de Cuba y de España a este estilo musical cantable y bailable, tantas canciones inmortalizadas en su voz pondrían en la mía la verdad absoluta de su realeza bolerística. Dos Gardenias, Angelitos Negros, Toda una vida, Envidia, Noche triste, Peregrina flor son entre muchas, antológicas piezas de su repertorio.
Desde el comienzo todo fue mágico, fui testigo histórico de un encuentro de bienvenida donde el bolero subyugó a todos los presentes, allí Dany Rivera, Olga Guillot, la genial Omara Portuondo rompieron el ambiente protocolar y suntuoso del lugar, sobre todo esta última que convirtió en una tormenta de aplausos y de “bravos” al mar de personas allí reunidas, La Diva de Buena Vista Social Club hizo gala de su virtuosismo y de su hegemonía. Vi abrazos, besos y lágrimas que fundieron sólidamente a la cultura musical de nuestro caribe, sentí gran satisfacción por todo lo que viví y me sentí más cubano que nunca. Cuando abordé el bus no tenía duda alguna, la mesa de Cuba al próximo día sería un éxito y así fue, sin titubeos, devaneos y mucho menos nerviosismos.
Mis colegas y yo presentamos nuestras ponencias con irreverencia sana y respetuosa, Alicia Valdés Cantero musicóloga de la UNEAC, la investigadora santiaguera Maritza Puig, José Padilla Sánchez, (nieto de Pepe Sánchez creador del primer bolero: “Tristezas”), la realizadora de audiovisual Gloria Torres y yo, saguero de pura sepa, devenido vocero de Machín, Jaime y Rodrigo Prats, Enrique González Mántici, Jacobo Rubalcaba y otros sagueros cultores de la canción. Al finalizar el panel, los aplausos confirmaron el éxito y mucho más; el respeto y el reconocimiento a la historia musical de la mayor de las antillas. Para sorpresa mía allí estaban los verdaderos hacedores del bolero, los que la noche antes hicieron brotar mis emociones, entre ellos también el mejor trecero del mundo, el cubano Pancho Amat, en los minutos para el debate no hubo preguntas, sino diálogo diáfano y coloquial, de pie, con los siempre exagerados gestos latinos, al ritmo de cubanísimos boleros; así terminó la jornada teórica anidada en el bello y eficiente Centro León de esta ciudad, rodeados de otros santiagueros muy hospitalarios también atentos a cualquier inquietud o necesidad nuestra, eso me hizo que me despojara de cualquier vestigio de nostalgia, pues a veces olvidaba que no estaba en Cuba, pero sólo a veces.
En los pasillos, patios, salas y hoteles continuaba el congreso entre polémicas y acuerdos, degustando exquisitas bebidas o platillos. Puertorriqueños, mexicanos, venezolanos, colombianos, estadounidenses, europeos y un senegalés junto a cubanos y dominicanos rompimos cualquier barrera y abrazamos al bolero que nos une en su canto al amor o al desamor, es decir a la vida.
Cuando suceden cosas que superan cualquier expectativa, el susto también aparece, eso me ocurrió con los dominicanos, muchos ángeles aparecidos alumbraron mi breve estancia, cuantos mimos y atenciones, desenfados y cortesías, no podría firmar estas letras soslayando este importante detalle, ejecutivos, dirigentes, músicos, tenderos, choferes; santiagueros o capitalinos, dominicanos amantes de mi Cuba me hicieron sentir gozo y fortuna por estar cerca de ellos, nuestra idiosincrasia, inevitable y locuaz provocó algunas controversias entre el mangú y el fufú o el ajiaco y el sancocho, todos riquísimos e integrados por nuestra transculturación intercambiante. Así me despedí asombrado de la voz aun virgen de José Feliciano y de los temperamentales boleros de Sonia Silvestre, ¿cómo cupo tanta emoción en tan poco espacio y tiempo?, no lo sé. En la tarde apacible del lunes cuando abordé el avión en Santo Domingo, este saguero estuvo seguro y confiado porque sabía que el Caribe bolereando me protegía.
2 comentarios:
Aunque no acostumbras a relatar tus notas de viaje, esta te ha quedado al dedillo.
Yo, que estuve también presente en el evento siento que has reseñado el éxito del evento desde todos los ángulos.
Un abrazo hermano,
María Isabel Martínez
santo Domingo, R.D.
Pepe sólo olvidaste las sepentinas y el enjuague bucal en tu reseña del evento.
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