jueves, 30 de abril de 2009

Yo soy de donde hay un Río

Especialista: Raúl Villavicencio Finalé
La importancia que tuvo el río Sagua la Grande para el tráfico de mercancías con La Habana primero y después con los EE.UU fue decisivo en el desarrollo de la ciudad que nacía. La infraestructura que se construyó en sus márgenes con ese fin lo provocó que el puerto y la aduana radicaran en los primeros tiempos en Sagua la Grande.
Los muelles que recibían estos cargamentos estuvieron siempre en el tramo comprendido entre las actuales calle calles de Martí y Luis Mesa. El más importante de ellos, El Muelle Real se construyó en 1870 para sustituir al ya viejo y derruido que le antecedió y que no se ha podido ubicar aun el lugar exacto que ocupó en la margen del río.
En 1848 fue botado al agua el vapor Sagua la Grande, primero de su clase en el país que rindió tráfico entre Isabela y el Ingenio El Dorado cuyo dueño era el propietario. Aun en 1852 navegaba por el río.
En 1853 otro vapor navegó por el río, El Veloz Cayero, el cual cuando la marea se lo permitía llegaba hasta el muelle de Sagarzazu y Alberdi, después muelle del alambique. Su travesía desde Sagua alcanzaba los poblados de Cárdenas, Sierra Morena y Remedios.
El Central Resulta, después Antonio Finalet, sacaba sus azúcares por un muelle especial que se construyó en la margen derecha del río, frente a la actual piscina del INDER, conocido también como el “muelle de las patanas”. El mismo funcionó hasta los años 70 del pasado siglo cuando la nueva terminal de azúcar a granel de Sitiecito lo convirtió en obsoleto.
Otros muelles menores existieron en el río a principios del siglo XX, pero irremediablemente la pérdida paulatina de profundidad del río ha provocado una brusca disminución del calado permitido para navegar por él, limitado ahora solo a barcos de muy pequeño calado.
En el siglo XIX, el desarrollo paulatino del proceso de producción de azúcar necesitó grandes volúmenes de agua y el río los prodigó de manera abundante. Gracias a ello entre Sagua e Isabela solamente y a ambas márgenes de este florecieron 13 ingenios azucareros que están recogidos en los mapas de la época, pero río arriba florecieron muchos más y no solo aportó el agua para producir el azúcar sino también la vía más fácil de la época para comerciarla.
Con el surgimiento de los centrales azucareros a fines del siglo XIX la necesidad de agua se incrementó aun más y ahí estuvo la del río para contribuir en ese impulso fabril. Las estaciones de bombeo se instalaron por ambas márgenes para abastecer del vital líquido a este tipo de industria. Aun se abastece del líquido el central Héctor Rodríguez.
La destilería de alcoholes a partir de las mieles de los centrales también floreció junto a estos. Es muy conocida por su fama mundial la destilería de Sagua conocida como Alambique “El Infierno”, la cual también estableció su estación de bombeo en la margen izquierda del río hasta su desaparición en los años 60 del pasado siglo.
La Electroquímica del Caribe, surgida en los años 30 del pasado siglo, también ha consumido durante su historia enormes volúmenes de agua del río y los sigue consumiendo aun.
Para abastecer de electricidad a la electroquímica y a una fábrica de hielo, se construyó también una hidroeléctrica que produjo tal energía gracias a la potencia del agua que circula por el río.
De manera más tardía se construyó la fábrica de Cloro Sosa, la cual también instaló su estación de bombeo en el río para consumir grandes volúmenes de agua de este.
Como se aprecia la ciudad y su desarrollo económico ha necesitado del río durante casi 200 años y necesitará mucho más de él en el futuro, lo cual es motivo suficiente para que reflexionemos todos sobre el cuidado que requiere el mismo, pues no se trata solo de usarlo de manera egoísta sino de encontrar un equilibrio con el mismo.

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