jueves, 18 de septiembre de 2008

Mario Arturo Valdés Costa. Un genio del violín.



Lic. José Luís Pérez Machado.

En la generación Brillante del siglo XIX en la música sagüera sobresale el violinista Mario Arturo Valdés Costa.
Valdés Costa nació el 11 de octubre de 1898 en la Isabela de Sagua, su familia residía en la estación ferroviaria Concha, de ese poblado marino. Miembro de la dinastía Costa, todo un clan en el desarrollo de la música en esta ciudad, también fue alumno emérito del Maestro Costa Sureda en la academia “Aurora”, luego estudió en el afamado Conservatorio “Peyrellade” de la capital donde se graduó con medalla de oro y primer premio. Sin abandonar sus estudios formó parte de la orquesta del Teatro Nacional, trabajó para compañías extranjeras de ópera que visitaban la isla, participó en múltiples veladas en la Habana y en su tierra natal, compartiendo escenario con célebres músicos como el genio pianístico cubano Ernesto Lecuona y la famosa actriz francesa Sarah Bernhardt.
En la primavera del año 1918 arribó a New York donde recibió clases del afamado profesor y compositor Eduardo Trucco y Frank Kuisel lo que amplió sus posibilidades interpretativas, autorales y pedagógicas, insertándose en el exigente circuito de concierto de esa ciudad, allí también abrió su propia escuela de violín. 
Es considerado un folklorista de la música de concierto cubana porque incluyó en sus composiciones elementos nacionalistas o criollos, sobre todo en su conjunto de Caprichos Cubanos para violín y piano y en las piezas Preludio Sinfónico, Elegía a la ausencia, Fuga cuádruple, entre otras. Luego de diez años de estancia en los Estados Unidos regresa en 1928 ofreciendo varios conciertos en la Habana y en Sagua, como el celebrado en el teatro “Principal” el 12 de febrero de ese año en beneficio del Dispensario de Niños Pobres de su ciudad natal. Lejos estaba en pensar que este sería el último viaje a su villa, a la que le dedicó la pieza “Recuerdos del Undoso” pues luego de su regreso a New York fallece en mayo de 1930 a la edad de treinta y dos años, proféticamente pocos días antes había compuesto la obra “Marcha Fúnebre”. 


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