jueves, 11 de septiembre de 2008

Paso de Ike por Sagua la Grande

Por: Yoel Rivero Marín
En horas de la mañana del martes 9 de septiembre cuando mi hija de 7 años, feliz y cándida se despertaba, sus primeras palabras fueron: “Papá, clavaste las puertas por gusto, el ciclón pasó lejos de aquí”.
En efecto, el Huracán “Ike” había pasado muy al sur de Sagua la Grande, cerca de la costa de la provincia de Cienfuegos, pero a nuestro municipio también se encargó de darle un golpe de agua y viento. Desde las 2 de la tarde del lunes 8 comenzó la lluvia asociada al meteoro y se comenzaban a sentir las primeras ráfagas que se hicieron más fuertes mientras avanzaba el día y la noche, hasta que cerca de la una de la mañana el equipo de la estación meteorológica local registro la racha de viento más intensa que fue de 127 Km/h. A esa hora mi niña dormía plácidamente, pero la mayor parte de los sagüeros y cubanos estaba en pie, luchando para Ike no dejara males mayores. En ese preciso momento existían en nuestro municipio miles de evacuados protegidos en casas de familiares y amistades o en centros destinados para ello, pero aún así, pendientes de sus viviendas que, para suerte de todos, sólo algunas de ellas sufrieron afectaciones parciales o totales en la Villa. Resultaba sorprendente como también existían cientos de personas en Sagua la Grande garantizando el bienestar de esos evacuados, garantizando que a la mañana siguiente no faltara al menos un pan que llevarse a la boca, planificando cómo restablecer el fluido eléctrico y las comunicaciones inmediatamente que cesaran los vientos y mermara el agua. Describirlo exactamente con las palabras, aún cuando sean muy poderosas, es imposible. Como imposible también era para nosotros imaginar cómo se sentirían aquellos que en gran parte de Cuba sintieron de verdad la fuerza de Ike e incluso muchos que antes habían sentido la de Gustav y al amanecer entrarían a sus casas y por techo tendrían un cielo grisáceo y no les quedaría más remedio que buscar una piedra para sentarse, tomar aliento y comenzar de cero, aún sin una cama para poder dormir después de una noche de agobio y estrés.
Los sagüeros estábamos tranquilos porque la fuerza de Ike no provocó grandes daños en el territorio, pero en la mente de cada uno de nosotros estaban los miles y miles de cubanos que desde oriente hasta occidente vivieron las horas más tormentosas de sus vidas y tendrían que levantarse de esa piedra y comenzar nuevamente a andar. Muy pocos países del mundo se han visto azotados por dos huracanes fuerza 4 que prácticamente nos han destrozado y siguen de pie para levantarse nuevamente de esa piedra.
Definitivamente somos cubanos y cada uno de los elementos que nos distinguen toman fuerza en momentos como este, hasta esa facultad que tenemos de reírnos de nuestros problemas, ya en las calles dice la gente que somos hospitalarios hasta con los ciclones, les damos la bienvenida una y otra vez y siempre nos preparamos para ello. Es precisamente esa previsión la que nos mantiene de pie, la que ha permitido que con tales desastres que batieron a los 11 millones de los cubanos, las perdidas humanas hayan sido muy pocas, (4 personas hasta donde conozco). Precaver es mejor que lamentar, siempre le ha dicho mi madre a mi hija y por eso, poco después de tomar su desayuno esa pequeña de sólo 7 años rectifica lo que antes me dijo: “Verdad papá, pero es mejor que ahora quites las tablas que clavaste en las puertas, antes que el ciclón haya pasado por aquí y nos haya dejado sin casa”.

1 comentario:

Reinaldo Cedeño Pineda (EL POLEMISTA) dijo...

YOEL: Este es el caso en que un clavo y unas tablas pueden convertirse en la diferencia entre la vida y la muerte. La naturaleza anda recia y quien tiene hijos, ha de cuidar la vida doble. La humanidad se cuida no en abstracto, sino cuidando a los que uno más quiere. Felicidades por este trabajo, sobre todo por su lado humano. Y por las fotos. Desde Santiago de Cuba, desde esta nación que anda crecida en espíritu y manos tras un terrible azote, alguien que ya es otro saguero

Reinaldo