sábado, 6 de diciembre de 2008

"Yo soy el maestro".Manuel Ascunce Domenech.

Por: Yoel Riveo Marín.
Muchos fueron los sagüeros que en los años 60 acudieron al llamado de la revolución para eliminar el analfabetismo de nuestra tierra, muchos aún nos cuentan sus historias e inclusos pueden narrar los hechos que vivieron con suma claridad. Conversando con algunos de ellos en estos días donde se les rinde homenaje a ellos, tuve la oportunidad de descubrir a un sagüero que ha dejado su nombre grabado para la historia, pero gran parte de los cubanos e incluso educadores no conocen que es hijo de la Villa del Undoso, me refiero al jovencito Manuel Ascunce Domenech que con sólo 16 años dio la vida con el honor y el orgullo que representa ser maestro.
Nació en Sagua la Grande el 25 de enero de 1945, pero dos años más tardes la familia se trasladó para la Habana. En la capital cursó la enseñanza primaria y después ingresó en la Secundaria donde cursó hasta el segundo año.
Perteneció a la Asociación de Jóvenes Rebeldes. A principios de 1961, cuando el Comandante en Jefe Fidel Castro, recabó la colaboración de los jóvenes para formar un ejército de alfabetizadores que llevaría el nombre del mártir Conrado Benítez, Manuel Ascunce estuvo entre los primeros que dio un paso al frente para cumplir con esa tarea.
Luego de pasar una semana de preparación en Varadero, fue destinado a la zona de Limones Cantero, en El Escambray. Primero residió en la casa de un campesino del lugar, pero después, a petición propia fue trasladado para el hogar de Pedro Lantigua, quien había sido práctico del Ejercito Rebelde durante las acciones contra las bandas de elementos contrarrevolucionarios.
Manuel, además de enseñar a Pedro, colaboraba con él en las labores del campo. En la noche del 26 de noviembre de 1961 los bandidos llegaron a la casa de Pedro Lantigua y uno preguntó quien era aquel joven. La esposa del campesino trató de protegerlo y afirmó que era su hijo, pero Ascunce aclaró con firmeza: "Yo soy el maestro".
Los asesinos se llevaron al alfabetizador y a su alumno. Horas más tarde un grupo de campesinos que hacía un recorrido por la zona buscándolos, hallaron sus cadáveres pendientes de un árbol y brutalmente torturados.
Así caía el joven alfabetizador que llevó la luz de la enseñaza no sólo con el lápiz y la cartilla, sino con su ejemplo y con su propia vida, que se multiplicó en miles de jóvenes dispuestos a eliminar el analfabetismo en Cuba. Ese muchacho fue sagüero, nació aquí y aquí se le recuerda siempre.

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