domingo, 19 de octubre de 2008

¿Hachas de mano en Cuba?

Por:  Yoel Rivero Marín

“Si el hombre americano no ha nacido en América, debió por lo menos ser tan antiguo en ella como el europeo en Europa”                

                                                                                                   Eugenio Sánchez de Fuentes.

En la mayoría e los casos hacer un viaje conlleva a un sinnúmero de hallazgos que pueden convertirlo a uno en una especie de arqueólogo buscando en eslabón perdido. Y no fue precisamente el eslabón lo que encontré recientemente muy lejos de mi tierra sagüera, sino uno de los pocos libros que se le han editado a los escritores e investigadores de la Villa del Undoso en los últimos años. Se trata del ensayo “¿Hachas de mano de Cuba?”. Esta pregunta se la hace el historiador de Sagua la Grande, Raúl Villavicencio Finalé, licenciado en historia y quien encabeza el gabinete arqueológico del CITMA, que se ocupa del estudio de la zona centro norte del país. 
Tristemente cuando lo tuvimos a nuestro alcance en la ciudad, los pocos ejemplares que llegaron se agotaron inmediatamente y aún cuando lo había hojeado, no tuve la oportunidad de tenerlo en mis manos hasta hoy. Como el mismo Villavicencio en la introducción del texto dijera: “La publicación de este trabajo podrá considerarse como un modesto aporte al desarrollo de la arqueología nacional siempre y cuando sea capaz de promover el sano debate científico.”
La polémica que ha generado la investigación del grupo que radica en la ciudad ha sido de proporciones internacionales y tiene numerosos seguidores que apelan a las pruebas que indican la asociación de este tipo de herramientas con huesos de animales extintos que existieron hace más de 30 mil años y la existencia de estos bifaces o hachas de mano en el viejo continente con un millón de años de antigüedad, e incluso el límite de estos útiles líticos en Europa es de 35 mil años antes del presente. Aún cuando las pretensiones de la investigación no sea hasta el momento afirmar que el hombre en Cuba tiene esta edad, si confirma que hay que repensar la prehistoria cubana, los libros escritos hasta hoy se han de ajustar a tales hallazgos.
Desde fines de la década de los 80 el grupo de prospección arqueológica existente en esta zona central de la isla ha detectado 521 sitios arqueológicos, de los cuales muchos están relacionados con las hechas de mano o con los proyectiles semiesféricos que tienen un fechado mucho más antiguo que las primeras.
En el texto de Raúl Villavicencio se plantea una hipótesis sobre cómo llegaron los hombres que portaron tales herramientas desde el viejo mundo hasta Cuba y las similitudes que tienen las hachas hechas en Europa y las que se hicieron en la región de Villa Clara.
Los detractores de esta investigación sólo tienen una defensa cierta, aún no se ha podido asociar este tipo de herramienta a huesos humanos. Pero dado las características medioambientales de la isla sería algo realmente imposible, pues el clima borraría cualquier vestigio óseo con tal antigüedad, a no ser que alguno de estos hombres llegara a caer en las posas donde se han encontrado algunos de los huesos de animales que se asocian con esta rudimentaria industria lítica que se afirma existió en Cuba. Pero las decenas de hachas halladas pueden asegurar que no se trata de la casualidad y mucho menos de la invención o la especulación. La mayor parte de estos artefactos se les puede encontrar en estos momentos en los museos de los diferentes municipios que se ubican en la región y en el Centro Arqueológico de Sagua la Grande. Esta cuidadosa investigación, lejos de pretender alarmar a los estudiosos del tema, aspira a poner en sus manos y en las de cualquier lector un serio análisis que será, sin dudas, estímulo para las viejas y nuevas generaciones de arqueólogos cubanos. 
He tenido la oportunidad de conocer bien de cerca todos los detalles de esta investigación, y ahora, gracias a la búsqueda por cada librería que se encuentra en mi camino, he podido hallar el libro que una vez se me fue de las manos en una Feria del Libro que llegó a la Villa. Esta fue una tirada de solo 600 ejemplares de la editorial “Capiro” de Santa Clara, así que puedo considerarme afortunado al tener uno de ellos en mi colección. 

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