Al este del bellísimo puerto de Isabela de Sagua y a quince millas de distancia se encuentra situado un solitario cayo nombrado La Vela. Este cayo solitario y aterrador a la vez, ha servido y sirve aún de refugio a los marinos cuando las tempestades los han sorprendido en las inmensidades del mar.
Desde tiempos remotos las mentes de nuestros hombres, impulsados por la sed incontenible de oro, idearon el medio de poseer dicho tesoro, ellos se fundaban en que los corsarios y piratas, después de prolongadas expediciones, utilizaban inteligentemente los lugares apartados y solitarios como es el caso de este cayo, para sepultar el botín del que se apoderaban. Por esta razón también se le conoce como cayo del tesoro.
La superstición de nuestros convecinos llegó a tal grado, que todas sus conversaciones se relacionaban con el tesoro del cayo. Los marinos contemplaban sobre cubierta las bellezas de las aguas y como si estas, conocedoras de que su pensamiento era para el capital del cayo, tal parecía que sus olas convidaban con ecos murmurantes a que no se arrepintieran y siguieran adelante, para que sus ambiciosos pensamientos se convirtieran en palpable realidad.
Muchos de ellos, sugestionados por esta idea, encontrándose próximos al cayo, habían oído voces de seres del más allá que los incitaban a que hiciesen excavaciones para que se apoderasen del ansiado tesoro. ¡Hasta hora determinada les fijaban! Como las 12 de la noche, hora que según personas supersticiosas es la marcada por esos oscuros seres para venir a contemplar las bellezas de nuestro mundo.
En la actualidad el cayo de la leyenda es un pedacito de tierra solitario en el medio del mar, sirviendo de albergue a pescadores y carboneros que acuden a él como medio de refugio para realizar su trabajo.
Quedarán hasta la eternidad las excavaciones realizadas en aquellos tiempos por las manos vulgares de ambiciosos de oro.
Desde tiempos remotos las mentes de nuestros hombres, impulsados por la sed incontenible de oro, idearon el medio de poseer dicho tesoro, ellos se fundaban en que los corsarios y piratas, después de prolongadas expediciones, utilizaban inteligentemente los lugares apartados y solitarios como es el caso de este cayo, para sepultar el botín del que se apoderaban. Por esta razón también se le conoce como cayo del tesoro.
La superstición de nuestros convecinos llegó a tal grado, que todas sus conversaciones se relacionaban con el tesoro del cayo. Los marinos contemplaban sobre cubierta las bellezas de las aguas y como si estas, conocedoras de que su pensamiento era para el capital del cayo, tal parecía que sus olas convidaban con ecos murmurantes a que no se arrepintieran y siguieran adelante, para que sus ambiciosos pensamientos se convirtieran en palpable realidad.
Muchos de ellos, sugestionados por esta idea, encontrándose próximos al cayo, habían oído voces de seres del más allá que los incitaban a que hiciesen excavaciones para que se apoderasen del ansiado tesoro. ¡Hasta hora determinada les fijaban! Como las 12 de la noche, hora que según personas supersticiosas es la marcada por esos oscuros seres para venir a contemplar las bellezas de nuestro mundo.
En la actualidad el cayo de la leyenda es un pedacito de tierra solitario en el medio del mar, sirviendo de albergue a pescadores y carboneros que acuden a él como medio de refugio para realizar su trabajo.
Quedarán hasta la eternidad las excavaciones realizadas en aquellos tiempos por las manos vulgares de ambiciosos de oro.
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